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jueves, 19 de diciembre de 2013

Apertura de Pemex:Aplauden el capital mundial la reforma

Por Rubén Martín/Emilio Godoy/Rodrigo Borja
         Tras la aprobación hace un año de la reforma laboral, y en lo que va del año en curso la educativa, hacendaria, financiera, y finalmente la reforma energética, con mucho esta última la joya de la corona, la más deseada y apetecida por el capital externo. Y no es para menos.
       Tal como fue aprobada la iniciativa de Peña Nieto en torno a la reforma energética, las modificaciones constitucionales a los artículos 27 y 28 de la Constitución Política del país, los recursos energéticos mexicanos se convertirán en un negocio jugoso para los gigantes de las empresas energéticas.
            No en balde el pasado 7 de noviembre Financial Times dijo que, tras una reforma hacendaria que supuestamente satisfizo a la izquierda populista, el gobierno de Peña Nieto ahora «podría pasar una liberación energética diseñada por la derecha política para el deleite de los capitalistas», en un artículo firmado por John Paul Rathbone yJude Webber en la ciudad de México. Como suele ocurrir en otros debates, la prensa económica internacional llama a las cosas por su nombre, sin enmascararlas, como hace buena parte de la prensa nacional y el gobierno de Peña Nieto.
            ¿Qué significa una reforma para «deleite de los capitalistas»? Para empezar modificar el marco legal mexicano, tanto la Constitución del país como la legislación secundaria, con lo que de facto se quitará el monopolio de explotación que la Nación tiene de sus recursos energéticos.
            Es asombroso lo que la eliminación o adición de unas pocas palabras acarreará al país. El artículo 27 vigente dice así: «Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la Nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la Ley Reglamentaria respectiva».
           La reforma aprobada y lista para su pubñicacion por Peña Nieto propone: «Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos no se expedirán concesiones y la Ley Reglamentaria respectiva determinará la forma en que la Nación llevará a cabo las explotaciones de esos productos».
            Como se ve, se desaparecen las palabras «ni contratos» del actual artículo 27. Con esto se abren de par en par las puertas para que las empresas privadas, especialmente extranjeras, ingresen al país a buscar jugosos contratos con el gobierno mexicano para intervenir en áreas que hasta ahora les estaban vedadas.
            El volumen del negocio al que esperan ingresar las empresas privadas es enorme. Puede que el cálculo que hizo Andrés Manuel López Obrador, de un negocio anual de 100 mil millones de dólares (mdd) sea exagerado, pero no está lejos de los 62,000 mdd que el director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, declaró a los diputados la semana pasada. Incluso la cifra más «conservadora» de una inversión anual de 50,000 mdd, prevista por Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), es un extraordinario negocio «para deleite de los capitalistas», pero no para beneficio de la sociedad mexicana, como insistentemente advierten las izquierdas.
            Cabe señalar que instituciones financieras internacionales aplaudieron la reforma y auguraron buenos tiempos.
Requiere más y mejor regulación
            Ahora que México está por abrir el negocio de los hidrocarburos a las transnacionales, necesita fortalecer la institucionalidad con regulaciones que obliguen a los actores privados a buenas prácticas para evitar problemas como los derrames petroleros, y que sancionen las negligencias. 
          Las dos cámaras del Congreso legislativo mexicano aprobaron el 10 y el 11 de este mes la reforma constitucional que abre a inversores privados, locales y extranjeros, la exploración, extracción, refinación, transporte, distribución y venta de hidrocarburos. Una decisión que desmantela las bases de la nacionalización de la industria vigente desde 1938. 
            «Es una buena oportunidad para el Estado mexicano de construir un marco regulatorio robusto y, sobre todo, acumular una capacidad de sanción ante conductas oportunistas o negligencia», dijo a IPS el académico José del Tronco,  de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
         Para el experto, la intensificación de la extracción de hidrocarburos requiere más prevención de riesgos y que las empresas incorporen el costo ambiental y humano de sus actividades. 
      Las dos cámaras aprobaron la reforma de los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución, para facultar al gobierno a firmar con particulares contratos de servicios, de producción y renta compartidas. 
            También habilitan al Ejecutivo a otorgar licencias o concesiones para la exploración y explotación de bloques petroleros, mecanismo utilizado en países como Argentina, Ecuador, Estados Unidos y Perú. 
            Además, las corporaciones podrán almacenar, transportar y vender productos petrolíferos, con lo cual se rompe el monopolio de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), que es también desde hace tiempo un actor transnacional del sector. 
            Pero Pemex será una contratista más y no mantendrá el control de la actividad y los contratos con nuevas operadoras, que estarán a cargo de la Secretaría de Energía. 
            El marco regulatorio, planteó Tronco, tiene que ser muy diferente a cuando solo había que controlar a un grupo, regido por reglas locales. Múltiples operadores participarán en múltiples actividades y los controles se dificultarán sin reglas fuertes y que tengan en cuenta las leyes internacionales en la materia. 
            En caso de que Pemex supuestamente incumpla un contrato, las compañías operadoras podrán recurrir a organismos internacionales de arbitraje, como paneles del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones del Banco Mundial. 
            Los alcances totales de la reforma se definirán en las leyes secundarias que deberán elaborar los legisladores en los próximos meses y en reglamentos a cargo del gobierno. 
            La reforma obtuvo en un tiempo récord de 80 horas los avales de los parlamentos de al menos 17 de los 31 estados de este país, necesarios para obtener su rango constitucional. Ahora ha vuelto al Congreso para su ratificación final, antes de que el presidente Enrique Peña Nieto la promulgue. 
            «Las experiencias internacionales no son nada alentadoras. Es solo abrir el negocio, pero no está claro cómo queda el beneficio de la población», dijo a IPS el director de Comunicación de Greenpeace México, Raúl Estrada.
             «Se asegura que  va a atraer inversión, esa inversión se va a gastar en los efectos secundarios de la reforma», como derrames y contaminación, abundó. 
            La reforma tensó el ambiente político. Las dos fuerzas de la izquierda parlamentaria, el Partido de la Revolución Democrática y el Movimiento de Regeneración Nacional, la rechazan por considerar que privatiza Pemex y entrega el petróleo a empresas extranjeras. 
            Ambos se proponen interponer amparos contra la reforma y organizar un referendo en 2015, con base en la Ley Federal de Consulta Popular aprobada el 11 de este mes. 
            En el Senado la reforma obtuvo 95 votos a favor y 28 en contra. En la cámara baja los votos favorables fueron 354 y los contrarios 134. 
            Las dos fuerzas tradicionales, el gobernante Partido Revolucionario Institucional y el opositor Partido de Acción Nacional, la apoyaron, junto con dos grupos minoritarios, el Verde Ecologista y Nueva Alianza. 
            El gobierno asegura que la producción de crudo pasará de los actuales 2,5 millones de barriles diarios a tres millones en 2018 y a 3.5 millones en 2025. En gas natural, se pasará de 5,700 millones de pies cúbicos diarios a 8,000 millones en 2018 y a 10,400 millones en 2025. 
            Asimismo, promete que incrementará en uno por ciento el producto interno bruto para 2018 y en dos por ciento para 2025, al tiempo que generará 500,000 nuevos empleos en los próximos cuatro años y 2.5 millones en algo más de una década. 
            Los terrenos susceptibles de nuevas regulaciones serían la exploración y explotación de yacimientos a profundidades superiores a los 1,500 metros y los campos de gas de esquisto, en los cuales Pemex trabaja desde 2010 con escasos resultados. 
            Luego del derrame de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon, en abril de 2010 en aguas estadounidenses del Golfo de México, la estatal Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) puso en marcha las Disposiciones administrativas en materia de seguridad industrial en aguas profundas, para prevenir ese tipo de ecocidios. 
            Las regulaciones incluyen la evaluación de planes de contingencia y la contratación de un seguro contra accidentes. Pero la reforma implica revisar esas acciones para abarcar a empresas privadas.
            «No hay seguridad de que el Estado sea más riguroso con Pemex respecto de lo que puede ser con empresas privadas. ¿Es más probable que se metan con Pemex o con Exxon?», se preguntó retóricamente Tronco. 
            «¿Tenemos la capacidad como para ejercer justicia en cualquiera de los ámbitos, para empresas estatales o privadas? Si no la tenemos, debemos empezar a construirla», planteó. 
El gobierno estadounidense no aplica por completo las nuevas normas de seguridad industrial y protección ambiental creadas luego del desastre de 2010. 
            «Tenemos muchísimos ejemplos de cómo se viola la ley. ¿Cómo se traduce la reforma en políticas públicas, presupuesto, transparencia, seguimiento y control sobre el uso de los recursos y objetivos logrados? Esa es la parte trascendente para tener claro si esas reformas van a funcionar o no», cuestionó Estrada.
             En México Greenpeace ha denunciado la conducta de Pemex en comunidades donde hay actividad petrolera. Este tipo de conflictos se agudizarían con la entrada de empresas privadas. 
            La reforma crea la Agencia Nacional de Seguridad Industrial y Protección al Medio Ambiente, que fijará estándares para la industria. Hay dudas de si duplicará labores y competencias de la CNH, la Secretaría de Medio Ambiente y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente.

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