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martes, 15 de octubre de 2013

20 preguntas a Las Hormigas




En Juárez, muy individuales,
                          falta sentido de comunidad
         
      
*  En Anapra la mayoría de la gente trabaja y vive en función de las maquiladoras, aunque eso signifique atender menos a los hijos, dicen las responsables de Las hormigas

* A los juarenses nos falta tomar conciencia para dejar lo individualista y unirnos para que esta ciudad mejore, afirman Linabel Sarlat y Elvia Villezcas


 Por LUIS CARLOS CANO C.

Su formación religiosa y como educadoras les dio los conocimientos para impartir clases, lo que hicieron en un colegio privado, pero esta actividad no fue suficiente para ellas y buscaron la forma de ayudar a niños de escasos recursos y con necesidades especiales.
     Así, después de poco más de dos décadas de formar parte de una congregación religiosa, Linabel Sarlat y Elvia Villezcas deciden ir a vivir a una de las colonias más marginadas de la ciudad y establecer ahí una asociación para ayudar a los que menos tienen, en especial a los niños.
    En marzo del próximo año cumplirán los 10 años de trabajar por la comunidad de la colonia Anapra y otras cercanas en la zona poniente de la ciudad, tarea que realizan a través de su organización, Las Hormigas, Comunidad en Desarrollo. De lo que hacen por los niños y por las familias de ese sector al poniente de la ciudad platican con Semanario.

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         —¿Quién es Linabel Sarlat, porque la decisión de dejar una congregación religiosa después de tantos años?
     — Bueno, estuve 23 años en la congregación religiosa Las Teresianas, una institución dedicada a la educación, pero en el año 2000 la dejé luego de hacer un profundo discernimiento de lo que quería hacer con mi vida, dado que la educación de las Teresianas está dirigida preferentemente a clases de niñas bien, y en mi corazón había el deseo de trabajar más por los pobres y en la congregación no siempre se podía.
«Soy originaria de Mérida, Yucatán, pero estoy en Juárez desde 1984. Estudié filosofía, teología y después en la Universidad Nacional Autónoma de México lengua y letras, en donde coincido con Elvia Villezcas, de la misma congregación.
«Al dejar la congregación consigo una beca y voy a Guatemala a hacer una especialización en desarrollo humano, mas adelante consigo otra beca para hacer una maestría en terapia Gestalt (terapia que tiene como objetivo, además de ayudar al paciente a sobreponerse a síntomas, permitirle llegar a ser más completa y creativamente vivo y liberarse de los bloqueos y asuntos inconclusos que disminuyen la satisfacción óptima, autorrealización y crecimiento)».

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     —¿Elvia Villezcas, como se unen usted y Linabel en esta tarea, luego de estar también en la congregación religiosa?
     — Yo soy originaria de esta ciudad, pero con Linabel estuvimos juntas en la congregación, en la que estuve 20 años y de la cual las dos salimos en el año 2000 buscando ayudar a los más pobres.
«Juntas dijimos, queremos irnos a vivir a una comunidad de Ciudad Juárez que este en situación de marginación y decidimos venir a la colonia Anapra, pero ninguna de las dos la conocíamos, nunca habíamos venido, solo habíamos oído de esta colonia de la que se hablaba con graves problemas de delincuencia, sin servicios  y muchas carencias, por eso dijimos, vamos a Anapra».

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       —¿Cómo empiezan su tarea en la colonia Anapra, cómo le hicieron para conseguir un local donde trabajar?
          Cuando llegamos a Anapra en el 2000, no estaba pavimentada ni la calle principal, sentimos que estábamos entrando a un pueblo del viejo oeste, horripilante, solo, y cuando ya estábamos en el centro de la colonia, decidimos que aquí era donde queríamos venir a ayudar a la gente.
«Nos establecimos aquí, conseguimos unos cuartos de renta y luego un amigo, que ya falleció, nos hizo un préstamo para comprar una casa aquí, que la acabamos de pagar apenas hace un año. Estuvimos dos años sondeando la realidad de la colonia, qué podíamos aportar a la comunidad, pues nuestro ser en la congregación era de maestras, educadoras, pero teníamos claro que aquí no podíamos ser maestras, porque para ello necesitábamos una escuela y poner una es toda una situación donde se tiene que invertir mucho.
«No hacíamos nada formal, sino conocer a la gente, meternos a convivir, caminar por las calles de la colonia, contactar con las señoras que tienen alguna actividad, así fue como nos fuimos colando, pero nos dimos cuenta que había mucha necesidad en las mujeres en cuanto a su formación, de cosas muy elementales; por ejemplo, casos de señoras que nos contaban de sus hijos e hijas. Mire el caso de mi hija, tan chica y se quiere ir con el novio, nos decían y pedían el consejo».

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         —¿Entonces se fueron involucrando en las necesidades de las familias del sector, en sus problemas y como resolverlos?
         —- Si, en cuestiones de desarrollo humano, de formación de la misma persona, cosas de desarrollo humano que tienen que ver en el fondo con situaciones muy delicadas de cada persona; no es nada mas aprender a gritarle al niño, sino ver qué pasa con la persona como adulto, porque trata así a sus hijos, situaciones más delicadas.
«En el año 2002 una fundación de Estados Unidos, la Fundación para el Desarrollo de la Paz (Pace Development Foundation), nos apoyaron con un donativo con el que pudimos hacer los trámites legales para formar la asociación civil, porque mientras no lo fuéramos, nosotros no podíamos solicitar ningún donativo a nadie. Esta fundación nos apoya también para asistir a una capacitación en desarrollo humano en Guatemala.
         «Ahí es donde ya teníamos claro que nos íbamos a dedicar a la educación y la formación de desarrollo humano, para lo cual necesitábamos capacitarnos como terapeutas, porque no la teníamos, la teníamos como educadoras y con estudios en letras en la UNAM y filosofía, pero eso no era lo que necesitábamos».

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       ¿Cuándo nace la asociación civil Las Hormigas y el inmueble donde trabajan?
       —La fundamos oficialmente como Las Hormigas, Comunidad en Desarrollo en mayo del 2002, pero nos conocen como las hormiguitas por el cariño de la gente. Con el apoyo de otras personas logramos crear el lugar donde trabajamos; era un terreno y construimos todo, pues antes trabajamos en un lugar que nos prestaron por la calle principal de la colonia Anapra, luego en el 2003, con donativos que nos dieron, levantamos este lugar con adobe y arena de las lomas cercanas; el color del inmueble es el de la arena, no es pintura, y ya en marzo del 2004 entramos al edificio actual, por lo que el próximo 2014 cumpliremos 10 años en este lugar y casi 12 de haber nacido como asociación civil.


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   -¿Cuál es el trabajo que ha hecho Las Hormigas con los habitantes de la colonia Anapra?
    - Ha sido un proceso de varios cambios, porque cuando iniciamos, escuchando a las mujeres estaba claro que era formación humana, pero veíamos que también podía ser un trabajo de formar una cooperativa para ayudarlas, idea que surgió viendo la pobreza de la zona.
«Una fundación de México que se llama Semillas, fue la primera que nos apoyó y que ha sido una maestra en el trabajo de organización, pues nosotros éramos dos monjas que queríamos hacer algo, pero no sabíamos cómo funciona una asociación civil.
«Al principio conseguimos en el Colegio de la Frontera Norte un camioncito y Semillas nos ayudó para ponerlo en funcionamiento, además de que vino de Mérida el señor Osvaldo Cámara para darnos un taller en cooperativismo, tema al que él se dedica. Como parte de esta primera actividad con las mujeres fue llevarlas en el camioncito a las compras al Smart más cercano, lo que les ayudó a comprar más víveres, porque antes no lo podían hacer al trasladarse en transporte urbano.
«Les pedíamos una cooperación mínima unos 25 pesos que eran para la cooperativa, pero sólo una semana nos duró el gusto porque los concesionarios de la Ruta 10 empezaron la guerra, por lo que la historia termino literalmente bloqueada, ya que el camioncito fue bloqueado por seis ruteras que incluso chocaron nuestra unidad y encerraron un buen rato a las mujeres provocándoles un gran susto».

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      —¿Ustedes qué hicieron ante ese ataque, presentaron denuncia?
     — Le pusimos una demanda al que promovió todo, un señor que ni recordamos como se llama, ya murió, pero no le dimos seguimiento porque consideramos que era peligroso para las mujeres, ya que en esa época era la situación de los asesinatos de mujeres y no queríamos exponerlas.

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    — ¿Después de ese incidente suspendieron el trabajo de la cooperativa o lo enfocaron a otro giro?
         — Ese grupo de 10 mujeres decidieron hacer comida y venderla, repartiéndola en el camioncito a negocios y viviendas que la pedían en la misma colonia Anapra, pero empezamos a ver problemas entre ellas, sobre todo de envidias y otros detalles que se fueron agudizando, por lo que el proyecto nos alertó de que deberíamos trabajar en la raíz de la formación de las personas; luego armamos un restaurante y fueron los mismos problemas entre ellas, y mejor acordamos que proyectos económicos no son lo nuestro y le dimos el giro, con ayuda de Semillas, financiamos proyectos personales, pero las mujeres a las que les dimos dinero hasta se fueron de la colonia.

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      —¿Ahí fue cuando decidieron trabajar de lleno con las personas, en especial con los niños?
     — Así es, vimos que lo nuestro es trabajar con la raíz de la persona, trabajar en transformar al ser humano con la terapia en los talleres terapéuticos, eso con los adultos, mientras que con los niños empezamos a trabajar con los que tenían necesidades especiales, venían niños con Sindrome de Down, con parálisis cerebral, otros que no iban a la escuela, pero nadie respondía por ellos; de repente venía alguien y los dejaba, pero en otros casos casi tuvimos que pelear con las mamás para que los trajeran.
«La segunda etapa fue que cuando los niños dejaban de asistir a Las Hormigas, los buscábamos y les ayudábamos con fisioterapia, algo que les ayudara en su cognición.
«Empezamos con 30 niños, todos con alguna situación especial y los íbamos a buscar en el camioncito, esa fue la primera etapa de este trabajo en Las Hormigas».

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         — ¿Qué siguió en su trabajo luego de ese inicio con los niños especiales?
    — Luego de eso vimos que era necesario hablar con los padres de esos niños y ya empezaron a venir, hicimos un cambio, la maestra de educación especial ya no estuvo y vino una guía de educación Montessori y empezó a funcionar, pero cuando las mamás veían, a meses de distancia o al año, que los niños mejoraban, dejaban de traerlos.
«Ante eso, como tercera etapa decidimos ir a las escuelas, vamos y les presentamos lo que hacemos, apoyo educativo y terapéutico, que los maestros y directores sepan que cuando no puedan con algunos niños, hay un lugar en donde se les puede atender, con nosotros y hagamos un compromiso donde los papás sepan que al traerlos aquí, la escuela les avala su presencia.
         «Ahí quedamos, con apoyo de la escuela, de los papás; los niños vienen dos años por lo menos a un proceso de trabajo, eso es lo que ha funcionado, trabajamos con los niños pero también lo hacemos a la par con los padres, porque muchos problemas en la parte de conocimiento de los niños tiene que ver con la familia y con los adultos».

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         —¿Cuántos niños atienden actualmente?
         — Tenemos 45 niños, pero esperamos llegar a los 60, por la lista de solicitudes que hay, y los atendemos por grupos, no vienen los 45 el mismo día, vienen en la mañana y en la tarde.
         «Otra cosa que queremos hacer, a más tardar el próximo año, es ir a las escuelas para ofrecer trabajar dos horas con los papás, que los maestros y el director nos informen de lo que van a trabajar en algún tema y ayudarles».

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   —¿Entonces han detectado que los problemas de la familia, de los padres repercuten en los niños y es en donde quieren ayudarles?
         —Exacto, no queremos abarcar a todos, porque en realidad 60 niños es un pequeño porcentaje de esta comunidad, las escuelas son los puntos donde puede haber un poco mas de expansión de esto y si no lo podemos hacer por no traer a los niños, lo que queremos hacer que esos papás y las abuelas que se hacen cargo de los niños, puedan escuchar cuestiones que les pueden servir en la educación de los menores, cosas tan sencillas como que hacer con un niño de 5 ó 7 años que dice que ya no quiere ir a la escuela, porque los padres no saben qué hacer y vienen corriendo y nos dicen que el niño no quiere ir a la escuela, aunque sea en primer grado.


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         —¿Les ha tocado que la gente les delegue esa responsabilidad a Las Hormigas?
         — Eso quieren, y es lo que les hemos dicho, vamos a trabajar aquí con los niños, pero también con ustedes para  que hagan lo que les toca porque nosotros no podemos suplir el papel de ustedes como papás, pero si ustedes no van creciendo también, es trabajo perdido el que hacemos con los niños.
         «Creemos que no podemos abarcar muchas cosas porque la colonia Anapra realmente tiene muchas carencias, necesidades, como si en cuestión de educación y atención a la persona no se atiende; ya se construyó una carretera, se pavimentó la calle principal, tenemos un centro comercial, otras tiendas, un centro de salud que es de los mejores en la ciudad, estamos poco modernizados, pero al interior de las familias falta mucho».

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         —¿La gente de Anapra tiene problemas para llevar lo necesario a la familia?
         — Claro, aquí por ejemplo, nuestro trabajo lo vemos como una aportación al cambio de la comunidad, que es muy lento, pero si una mamá o papá, o un familiar que esta al cargo de los niños van dándose cuenta que necesitan modificar ciertos sistemas familiares, necesitan poner como prioridad a los niños y no tanto que la prioridad sea la maquiladora.

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         —¿Esto es porque como en otras colonias, la mayoría de sus moradores trabajan en las maquiladoras?
         — Así es, en Anapra la mayoría de la gente trabaja en maquiladora y viven en función de todo el sistema de esa industria, pues si les dicen que se tienen que quedar tiempo extra lo hacen sin dudarlo porque les da una entrada más de dinero, pero no piensan que los niños se van a quedar tiempo extra solos; son precios que se están pagando muy caro y que la gente debe saberlo para que tome su decisión.
«Si los papás se tienen que quedar tiempo extra porque el dinero no alcanza, está bien, pero la maquila les resta a los niños la presencia de los padres y el apoyo en su formación; estos niños van a crecer y serán los jóvenes y adultos de esta comunidad que no se sabe que va a pasar con ellos. Aquí buscamos que eso adultos de hoy se hagan cargo más tiempo de estos niños».

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         —¿En el desempeño de sus actividades han tenido que enfrentar algún problema?
         —Con la gente no, porque nos cuidan, con la seguridad nunca hemos tenido problemas, ni un rayón a la casa, jamás han intentado entrar, se tiene una seguridad de parte de la misma gente, lo que tenemos que enfrentar es la cuestión financiera porque nosotras por política interna no aceptamos apoyos de ningún orden de gobierno, nos han dicho tercas, cabeza dura y otras cosas y pueden tener razón, pero también tenemos razones para no hacerlo, queremos estar independientes en nuestro trabajo«.

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      —¿Entonces como le hacen para allegarse recursos, pues lo que la gente aporta es mínimo?
         —Lo que tenemos que enfrentar es el financiamiento, el poder estar un año antes adelantándonos a buscar donaciones, visitar donaciones con organizaciones y empresarios para obtener fondos, con otras organizaciones que se dedican a apoyar a otras como ha ocurrido con nosotros.

18
        — ¿En base a la experiencia que ustedes tienen por su trabajo en Anapra, qué les falta a las colonias de Juárez?
— Ciudad Juárez es una frontera, la amamos, pero es una ciudad donde nos hace falta a los juarenses tomar conciencia de lo que está pasando, pues en Ciudad Juárez vivimos a un ritmo muy individualista, entonces no hay ese trabajo y visión de unirnos para que esta ciudad cambie en esto, en lo otro, para poder defendernos de situaciones como la del aumento al IVA, para que la policía no sea tan abusona; no hay solidaridad y conciencia de comunidad fronteriza, hay gente que hace el bien, hay grupos, pero son como cosas dispersas.

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        —¿Consideran que esta falta de participación de la comunidad es general, en toda la ciudad?
— Ciudad Juárez ha atravesado por una situación muy grave y es como un momento en que nos tenemos que cuestionar que ha pasado, pero que tomemos más participación en la solución de los problemas, hay muchos y nos quedamos sin movernos, es un trabajo que debemos hacerlo entre todos, de nada sirve regalarles a los pobres un juguete, una torta, eso se debe acabar.
«Esta comunidad es un bastión del PRI, hay líderes y cuando un candidato se postula por este partido no puede dejar de acudir a la colonia Anapra, porque hay mucha gente a la que mueven a cambio de algo, sus despensas, sus láminas, sus cobijas, un desayuno, una comida, eso es algo que todavía se da en esta zona de la ciudad.
«Una dificultad que nos encontramos es que hay mucha pasividad y victimización en la gente, está acostumbrada a que le den a cambio de algo, eso es un trabajo que hacemos con los adultos para concientizarlos».

20
    —¿Qué se debe hacer para que la gente cambie y se preocupe por su ciudad, no sólo por lo suyo?
    — Cómo alguien se va a preocupar en algo social sino sabe el tiempo de ordenar, ver y armonizar lo que lleva dentro, de conocer que hay dentro para ser gente pacífica, amorosa, para que algo cambie, solo si hay un cambio personal habrá un cambio social, si no me ocupo de mi primero, sino ordeno mi vida, como voy a voltear a ver a los demás. Le estamos apostando a que cambiemos y hagamos de esta una mejor sociedad.

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