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martes, 18 de octubre de 2016

Opinión

Yerros tempraneros

 Por Félix Manuel Lazos Ibarra.
“¡No nos está permitido fallar!”, fue la arenga que Javier Corral Jurado, eufórico,  entusiasmado y jubiloso,  lanzó a sus correligionarios panistas, una vez que se supo de su aplastante triunfo en las elecciones del pasado 5 de junio.
Efectivamente; en el texto que este opinador escribió, titulado “La lección de la elección” y  publicada en la edición número 1243 de Semanario, lo expresamos puntualmente: “Corral y Cabada deben estar conscientes de que los resultados electorales no constituyen un cheque en blanco del que pueden disponer, cobrar y echarse a dormir. Ambos deben saber que tales resultados  no son producto de su ángel, simpatía, “sex appeal”, o arrastre en materia de popularidad, sino de un pueblo que rebasó los límites del hartazgo de un régimen soberbio, arrogante y tirano que lo agravió sistemáticamente. Es decir, en términos reales la gente no votó por ellos, sino en contra de sus verdugos.
De modo pues, que Corral y Cabada deberán poner sus barbas a remojar y aprender la lección en cabeza ajena.” Hasta aquí un fragmento del texto.
Huelga decir que “La lección de la elección”, nació producto de una seria preocupación personal por lo que, a mi juicio, fue un foco amarillo que avistaba una actitud insensible  por parte del entonces gobernador electo Javier Corral Jurado; su complacencia y apoyo para conservar en su equipo de seguridad personal  a Juan Manuel Escamilla León, ex militar sumamente cuestionado  por su bien ganada fama de violento y represor social.
Como se sabe, el entonces gobernador electo desoyó las voces que le manifestaron su repudio y reclamaron el cese de Escamilla. Hoy, el gobernador en funciones mantiene la misma postura y Escamilla León sigue ahí. El peligro y la inconformidad social  también.
Hoy, a escasos días transcurridos de la toma de posesión de Corral a la gubernatura de Chihuahua, ese foco amarillo se convierte en foco rojo; en alerta máxima, por el nombramiento como  miembros de su gabinete de personajes que, o bien no llenan el perfil adecuado o, peor tantito, son personajes cuyo historial y desprestigio resultan ser una amenaza y por tanto nocivos para la buena marcha y el futuro de Chihuahua.
De las áreas de gobierno, todas importantes sin duda, hay algunas que dada su complejidad e impacto social  los son aún más. A saber: desarrollo social, educación, y seguridad pública.
En desarrollo social, no hay duda que la designación de Corral fue acertada, ya que nadie le puede regatear a Víctor Quintana Silveyra  su prestigio como un aguerrido luchador social, comprometido siempre con las causas más sentidas de las clases  marginadas y desprotegidas.
El área de educación, en cambio, no corrió con la misma suerte, ya que esa responsabilidad recayó en la persona de Pablo Cuarón, un empresario exitoso  y acaudalado, cuyo “mérito” mayor consiste en haber sido un habilidoso administrador de las jugosas ganancias que le redituó el ser un activo talador de bosques, a través de su empresa “Maderas de Chihuahua”. Sin embargo, en el rubro de la educación, está en la calle. “La declaración del señor gobernador  fue hecha con el corazón, más que con la razón”, dijo Cuarón, contradiciendo a Corral en su promesa campañera de  que, en su administración,  la universidad sería gratuita. Ahí va diciendo.
En el área de seguridad, acaso la más importante y sensible, la cosa se agrava y llega a niveles de escándalo.
Si ya de por sí, el nombramiento de César Augusto Peniche como el nuevo fiscal general del estado fue muy desafortunado, el nombramiento que este a su vez le dio al tenebroso  Javier Benavides González como ¡director de la Policía Única!, fue simplemente una aberración inadmisible. Semejante despropósito, suena como broma de mal gusto. El coyote cuidando a las gallinas.
Recuerdo muy bien el encabezado de la portada de Semanario en la época del entonces presidente municipal de Juárez Gustavo Elizondo Aguilar, probablemente la gestión municipal más corrupta en la historia de nuestra ciudad: “Todo el poder”.
Ese trabajo de Luis Villagrana, entonces reportero de la revista, daba cuenta de la escandalosa colusión de la policía municipal con el narcotráfico y el  crimen organizado. Apegado rigurosamente a la ética periodística, en ese reportaje de investigación se dieron datos debidamente documentados, con nombres y fechas, de la actividad delincuencial por parte de los agentes municipales, en el que participaron activamente en el trasiego de drogas, utilizando para ello incluso las unidades policiacas a su cargo; levantones, secuestros, cobro de cuotas y derecho de piso, extorsiones e incluso asesinatos. Obviamente todo ello liderado por los altos mandos y solapados por el presidente municipal.
El contenido de ese  trabajo, que desnudó y exhibió públicamente la actividad criminal  de la policía, despertó la ira del entonces director Javier Benavides González, quien ni tardo ni perezoso entabló una demanda legal por “difamación” en contra del reportero y del director de Semanario, Antonio Pinedo Cornejo.
Quienes hayan seguido el curso de esta historia, recordarán que la demanda contra los periodistas inexplicable e injustamente  prosperó, de manera que la juez Catalina Ruiz Pacheco determinó su procedencia y giró la respectiva orden de aprehensión. Pinedo fue encarcelado y Villagrana estuvo a punto de serlo. Por fortuna la presión social y la solidaridad del gremio de periodistas se impuso, y los compañeros fueron liberados.
(Cabe aquí señalar, categóricamente, que Benavides miente al declarar a un medio de comunicación que Pinedo le pidió a Víctor Anchondo, entonces secretario de gobierno estatal, que intercediera por él para que Benavides le concediera el perdón. Antonio Pinedo lo dijo siempre y en todo momento: “No quiero ni necesito el perdón de Benavides. Lo que dije  lo sostengo. El reportaje está sustentado en  una investigación periodística ética y profesional.”)
Sin embargo el tiempo, que suele ser el mejor aliado de la verdad y la justicia, colocó las cosas y a cada quién en su lugar, de manera que los personajes mencionados en el reportaje, hoy están muertos, ejecutados o desaparecidos como consecuencia de las vendettas,  comunes entre estos grupos criminales, lo cual demuestra fehacientemente el trabajo profesional publicado en la revista. De hecho, el que Benavides haya sobrevivido a este ajuste de cuentas, a estas alturas resulta inexplicable.
Por esa razón y no por otra, para el sentido común de una persona medianamente informada de las sórdidas andanzas de alguien como Javier Benavides, su designación como jefe policiaco debe provocarle escalofríos.
Desconcertantes también, resultan  estos yerros  tempraneros del gobernador Javier Corral Jurado, dada su experiencia y colmillo político.
Y precisamente es por esas tablas políticas de Corral que,  a no pocas personas, les mueve a sospecha y duda de que semejantes resbalones sean tales, y que pudiese tratarse de acciones plenamente conscientes y calculadas,  producto de pago de facturas,  imposiciones inconfesables, o alianzas con  personajes igualmente siniestros y turbios.
Sea cierto o falso, esa verdad solo la conoce el propio Javier Corral, pero en cualquier caso, tiene cinco años de oportunidad para corregir el camino y reivindicar su imagen, hoy desdibujada ante un pueblo chihuahuense  que cifró sus esperanzas en él y que hoy es presa de la frustración y el desencanto ante estos yerros tempraneros de su gobernador.
Ojalá, y este es un buen deseo, que ahora sí haya aprendido la lección. 

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