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lunes, 4 de abril de 2016
Crónica
Así recuerdo a
Judith Reyes
La única mujer
chihuahuense nacida en Tamaulipas y creadora de la canción de protesta en
México
Por Jesús
González Raizola*
Conocí a Judith
Reyes cuando nacía la década de 1960 en la ciudad de Chihuahua, a donde llegó, treintañera,
guapa, de muy raro dinamismo, pero sobretodo, ya como una artista consagrada a
cantar sus propias canciones al acorde del sonido de las cuerdas de su
inseparable y finísima guitarra.
La Asociación
Nacional de Actores y Compositores de México, creada por el grupo genial que
encabezaba don Jorge Negrete, le avalaba a Judith el envidiable contrato laboral que vino a
cumplir por seis semanas, tiempo en que estuvo alojada en el único hotel cadena
Hilton que había en Chihuahua.
Porque «se
volvería loca» de estar de ociosa todo el día en hotel, acudió al modesto
periódico diario donde yo era reportero, El Monitor
de Chihuahua que editaron por breve tiempo el matrimonio formado por el
señor Saturnino Salcedo y la señora doña Quica Domínguez, pidió se le diera acceso como vendedora de
anuncios, en cuya brevísima actividad demostró gran habilidad y talento.
Por un hecho
fortuito y por su sensibilidad humanística y social, fui yo quien la motivó a
componer y cantar con base a temas relacionados a las desigualdades sociales
que por siempre detrimentan a las personas más desvalidas.
Y eran,
precisamente, en aquella ocasión, campesinos marginados que habían caminado
desde la región de Madera hasta la capital de Chihuahua, para demandar la
atención del Presidente de la República que de momento se encontraba en el
lugar, en la solución de múltiples problemas y carencias.
Como Judith insistió
en ir conmigo a la llegada de aquel contingente humano en condiciones de
pobreza y de injusticia social extremas, me vi obligado, contra mi voluntad, a
llevarla conmigo, a sabiendas de que una artista de su alta categoría no debía
andarme estorbando en el desempeño de mi obligado trabajo reporteril.
De regreso al
periódico me dijo con voz inocultablemente atribulada, que le habían impactado
las condiciones de pobreza que acababa de ver en aquel grupo de campesinos que
jefaturaba un jovencillo llamado Leonel Luján.
Aproveché para
desquitarme del mal rato que me ocasionó con su insistencia en acompañarme y
todavía molesto le dije:
–Pues usted que
es compositora componga una canción que los mencione en su lucha y en sus
anhelos. Pero diferente a su famosa «Parranda larga» y a su «Copa vacía» que
para mí no tiene nada de positivo. Ándele, compóngales algo
que les sirva a ellos.
A sesenta y seis
años de distancia en el tiempo, recuerdo muy perfectamente esta expresión que
Judith me escuchó en silencio.
Un silencio que
rompió tres minutos después, y con su característica voz fuerte, contundente
pero dulce a la vez, casi me gritó:
–Óigame bien Gonzalitos, no les voy a componer sólo una
canción. Yo les voy a componer muchos corridos y vengo pensando en acercarme
más estrechamente a sus luchas.
Y así lo hizo.
Pruebas de ello existen muchísimas.
En tanto que yo,
ya anciano, lo recuerdo con emoción ahora que el martes 15 de diciembre del año
2015, Magaly Alarcón Reyes, hija de Judith, me pide en la cafetería Tierra
Blanca de Chihuahua, que le escriba unas líneas para el libro que en homenaje a
su madre pronto logrará editar desde aquí, entre carencias y esfuerzos
inauditos.
Así recuerdo que
soy el responsable de que Judith Reyes haya obtenido el merecido reconocimiento
como creadora de la que en aquel tiempo surgió como bandera de redención social
con el nombre de canción de protesta.
Gracias Magaly
por hacerme recordar… y revivir.
Chihuahua,
diciembre 2015.
*Premio Nacional
de Periodismo 1973
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