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lunes, 7 de abril de 2014

Gas de esquisto provoca sismos en México




            MÉXICO, 28 mar 2014 (IPS) - Los científicos alertan: la explotación a gran escala del gas depositado en rocas de esquisto que programa el consorcio estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) va a agudizar la sismicidad del norte del país, una zona ya propensa a los temblores. 
            Los especialistas vinculan la seguidilla de seísmos de 2013 en los norteños estados de Tamaulipas y de Nuevo León con la exploración y explotación de gas en las cuencas gasíferas de Burgos y Eagle Ford, esta última compartida con el estado de Texas, en Estados Unidos.
            La conclusión del investigador Ruperto de la Garza es clara, al identificar un nexo entre los movimientos telúricos y la fractura hidráulica, conocida como «fracking» por su nombre inglés. Este método extrae el gas de las rocas de esquisto, pizarra o arcilla compacta donde está embolsado, mediante su rompimiento horizontal a gran profundidad.
            «El resultado final es la dislocación de la estructura geológica para permitir que, al pulverizarse, el gas atrapado se pueda escapar», detalló a IPS este experto de la consultora Gestoría Ambiental y de Riesgos, desde Saltillo, la capital del norteño estado de Coahuila.
            Con ese objetivo se introducen químicos, y «al desagregar las partículas de lutitas (rocas sedimentarias), se reacomoda la tierra», dijo.
            «No es sorpresa que haya asentamientos de tierra. En el pecado está la penitencia», aseguró.
            De la Garza trazó un exhaustivo mapeo de los movimientos sísmicos de 2013 y de las áreas gasíferas de prospección  o de perforación comercial.
            Su hallazgo, dado a conocer el día 22, fue que existe coincidencia entre ambas actividades. 
            Estadísticas del Servicio Sismológico Nacional muestran un incremento en la intensidad y en la frecuencia de los temblores en Nuevo León, donde se han registrado al menos 31 de entre 3,1 y 4,3 grados en la escala de Richter.
            La mayoría de esos sismos se produjeron en 2013. También los ha habido este año, los de mayor intensidad el 2 y 3 de este mes, según registraron los sismógrafos oficiales. De la Garza eleva las cantidades de temblores en ese estado durante 2013 y lo que va de este año.
            La cuenca de Burgos se extiende por los norteños estados  de Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, y alberga grandes reservas de gas convencional, que comenzaron a explotarse la década pasada. En esos depósitos también existen, según prospecciones, gas de rocas.
            Desde 2011, Pemex ha perforado al menos seis pozos en rocas de esquisto, pizarra, lutita o arcilla compacta en Nuevo León y Coahuila. También desarrolla un nuevo proyecto exploratorio en el norte del sudoriental estado de Veracruz.
            La empresa ha identificado cinco regiones con potenciales recursos de gas no convencional desde el norte de Veracruz hasta Chihuahua, en la frontera con Estados Unidos.
            La estadounidense Administración de Información de Energía (EIA por sus siglas en inglés) sitúa a México en el sexto lugar mundial en reservas de gas no convencional técnicamente recuperable, detrás de China, Argentina, Argelia, Estados Unidos y Canadá, en un examen de 137 depósitos en 41 países.
            La recuperación del gas de esquisto exige grandes volúmenes de agua, y la excavación y fractura horizontal generan enormes cantidades de residuos líquidos. Estos pueden contener químicos disueltos y otros contaminantes que requieren tratamiento antes de su desecho, según la organización ambientalista Greenpeace.
            El estudio «Sismicidad en el estado de Nuevo León», publicado en enero, concluye que los temblores en el noreste de México están asociados tanto a estructuras naturales como a acciones humanas que modifican las rocas y las presiones en los fluidos cercanos a la superficie.
            El informe, elaborado por académicos de la Facultad de Ingeniería Civil de la pública  Universidad Autónoma de Nuevo León, achaca varios sismos ocurridos desde 2004 a actividades como la extracción de gas natural y no convencional en la cuenca de Burgos.
            También influye, asegura, la sobreexplotación de acuíferos por cultivo de papa en la zona limítrofe entre Coahuila y Nuevo León, así como la explotación de barita en este último estado.
            Hasta 2004 se habían perforado 4,881 pozos de agua en la cuenca, y actualmente la cifra alcanza los 7,000.
            El estudio sobre el impacto ambiental del Proyecto Regional Petrolero Poza Rica Altamira y Aceite Terciario del Golfo 2013-2035, que se extiende por los estados de Veracruz,  Hidalgo (centro) y Puebla (sur), anticipa un alza de la demanda de agua para el fracking y explotación del gas de esquisto en el norte del país, donde hay escasez del líquido.
            El documento de 844 páginas, al que tuvo acceso IPS, fue enviado el 10 de marzo por Pemex a la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente para su aval, y enumera obras proyectadas como construcción de caminos y presas metálicas, los grandes tanques de almacenamiento del agua destinada a la multifractura.
            El documento establece que para cada 10 multifracturas se requerirían unos 12,718 metros cúbicos de agua.
            Además, calcula que la producción mexicana de gas alcanzará en 2026 unos 11,472 millones de pies cúbicos por día, los cuales provendrían de la mayor producción de gas de esquisto de los depósitos de Eagle Ford  y La Casita, que cruzan Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
            En 2026, el gas natural no asociado representará 55 por ciento de la producción total de este hidrocarburo, mientras que el resto será aportado por los yacimientos no convencionales del norte del país, cuya producción se prevé que crezca hasta entonces a un ritmo de 8.6 por ciento anual.
            Se pronostica que la producción de gas no convencional estará a cargo de empresas privadas, tras la reforma energética que se promulgó en diciembre y que abre el sector de los hidrocarburos y la electricidad al capital extranjero.
            Los estudios mexicanos se suman a otros realizados en Estados Unidos, que también vinculan las cadenas de temblores en el centro y el sur del vecino país con la explotación de gas de esquisto.
            El análisis  «Terremotos significativos (¿inducidos?) en el centro y el este de Estados Unidos desde 2008», realizado en 2012 por tres investigadores del Servicio Geológico estadounidense, identificó 683 sismos desde 2008 de magnitud 4.0 en la escala Richter.
            El reporte, que menciona también sismos en Chihuahua y Nuevo León, detalla seis modalidades de inyección de fluidos en profundidad, entre ellas líquidos para la fractura hidráulica.
            Los temblores «se van a agudizar con la mayor explotación. En el gobierno están engañados. Debe prohibirse el «fracking», subrayó De la Garza.



México abraza el mito del gas en esquisto


MÉXICO, D.F. (IPS) - A pesar de las crecientes evidencias científicas sobre sus aspectos negativos, la firma estatal petrolera de México se prepara para aumentar la exploración de pozos de gas en rocas de esquisto. Planifica perforar 175 depósitos hasta 2015, con un presupuesto anual de 700 millones de dólares.
Petróleos Mexicanos (Pemex) ya explota desde febrero en el norteño estado de Coahuila un pozo con una producción diaria de unos 85,000 metros cúbicos del también llamado gas shale, ubicado en rocas de esquisto, pizarra, lutita o arcillas compactas, con una inversión de 25 millones de dólares.
«Está bien que México conozca sus recursos, pero no es recomendable que vaya tras esta aventura», dijo a IPS la experta Lourdes Melgar, del privado Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
«Es una tecnología que genera mucho debate y son recursos ubicados en zonas donde no hay agua», apuntó.
Las lutitas gasíferas son canteras de hidrocarburos no convencionales, encalladas en rocas que las guarecen, por lo que se aplica la fractura hidráulica (conocida en inglés como «fracking») para liberarlas a gran escala.
El «fracking» es una técnica en la cual se inyecta agua, químicos y arena en el pozo para desprender la materia prima atrapada y provocar que el gas natural fluya hacia el conducto por donde se lo extrae.
«Tenemos que explorar todas las alternativas. Primero, que exista el gas, y luego se requiere de agua y de una regulación que nos permita ajustarla a las prácticas de uso del recurso hídrico y el desarrollo de infraestructura», dijo a IPS el experto Rogelio Gasca, miembro de la gubernamental pero autónoma Comisión Nacional de Hidrocarburos.
La petrolera mexicana espera operar 6,500 pozos en 50 años.
La generación de gas shale involucra altos volúmenes de agua y la excavación y fractura generan grandes cantidades de residuos líquidos, que pueden contener químicos disueltos y otros contaminantes que requieren tratamiento antes de su desecho.
Para la generación de energía, México depende mayoritariamente del petróleo y el gas. En el primer caso, Pemex produce diariamente 2.6 millones de barriles diarios, y del segundo el país consume 1,585 millones de metros cúbicos, en su mayoría importado.
Con presupuestos millonarios para esos carburantes fósiles, México ha dejado de lado energías renovables, como la eólica, la solar o la geotérmica.
En su estudio «Recursos mundiales de gas shale: una evaluación inicial de 14 regiones fuera de Estados Unidos», la Administración de Información de Energía (EIA, por sus siglas en inglés) evaluó 48 depósitos de esquisto en 32 países, entre ellos México, y calculó reservas por más de 163 billones de metros cúbicos de ese combustible.
La producción de esquisto saltó de 11,037 millones de metros cúbicos en 2000 a 135,840 millones en 2010. En caso de seguir a este ritmo la expansión, en 2035 llegará a cubrir 45 por ciento de la demanda de gas general, según la EIA.
Investigaciones científicas recientes han alertado del perfil ambiental negativo del gas lutita.
Los académicos Robert Howarth, Renee Santoro y Anthony Ingraffea, de la estadounidense Universidad de Cornell, concluyeron que ese hidrocarburo es más contaminante que el petróleo y el gas, según su estudio «Metano y la huella de gases de efecto invernadero del gas natural proveniente de formaciones de shale», difundido en abril pasado en la revista Climatic Change.
«La huella carbónica es mayor que la del gas convencional o el petróleo, vistos en cualquier horizonte temporal, pero particularmente en un lapso de 20 años. Comparada con el carbón, es al menos 20 por ciento mayor y tal vez más del doble en 20 años», resaltó ese informe.
El gas natural se compone mayoritariamente de metano, del cual entre 3,6 y 7,9 por ciento de la producción del shale llega a la atmósfera por emisiones y fugas a lo largo de la vida útil de un pozo.
Esas emisiones son al menos 30 por ciento mayores y tal vez más que el doble que aquellas del gas convencional, indica el reporte.
El metano es uno de los gases de efecto invernadero más contaminantes, responsables del aumento de la temperatura del planeta.
El análisis «Contaminación de agua potable con metano proveniente de perforación de pozos de gas y fractura hidráulica», publicado en mayo en la revista especializada Procedimientos de la Academia Nacional de Ciencias, constató el impacto ecológico en los nororientales estados estadounidenses de Pensilvania y Nueva York, donde se explota esquisto.
«En áreas activas de extracción (uno o más pozos en un kilómetro), las concentraciones promedio y máximas de metano en pozos de agua potable se incrementaron con proximidad al pozo gasífero más cercano y fueron un peligro de explosión potencial», cita el texto escrito por Stephen Osborn, Avner Vengosh, Nathaniel Warner y Robert Jackson, de la estatal Universidad de Duke.
Estos indicadores cuestionan el argumento de la industria de que el esquisto puede sustituir al carbón en la generación eléctrica y, por lo tanto, un recurso para mitigar el cambio climático.
«Es una aventura demasiado prematura y riesgosa. Son proyectos demasiado costosos desde el punto de vista de la sustentabilidad. Hay opciones más baratas y accesibles», insistió Melgar.
Además, se ignora su balance energético la energía consumida en la extracción comparada con la resultante del uso del combustible— pese a los indicios apuntan a que es negativo.
«Se necesita un replanteamiento de la política energética», que incluye nuevos "aspectos financieros, regulatorios, tecnológicos, jurídicos y de infraestructura", planteó Gasca.
En abril de 2010, el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos puso en marcha la Iniciativa Global de Gas Shale (GSGI, por sus siglas inglesas) para ayudar a los países que buscan aprovechar ese recurso para identificarlo y desarrollarlo, con un eventual beneficio económico para las transnacionales de esa nación.
«Concluimos que una mayor conciencia, datos y, posiblemente, regulación son necesarios para asegurar el futuro sustentable de la extracción de gas y mejorar la confianza pública de su uso», sugirió el estudio de los expertos de la Universidad de Duke.

 



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