Bienvenidos

La apertura de este espacio, conlleva la intención de interactuar con los lectores de la revista Semanario del Meridiano 107, conocer sus opiniones, enriquecernos con sus comentarios y complementar nuestros servicios editoriales.
Este sitio se ve mejor con Firefox de Mozilla. Descarguelo haciendo click aqui.

jueves, 11 de septiembre de 2014

20 preguntas a María Luisa Ojeda

«Hacer de la tierra el 
                      mejor lugar del cielo»


*«Atender a las personas con discapacidad no lo vemos como un trabajo, lo vemos como una misión, pero si cada quien tuviéramos una misión de vida, no tendríamos violencia», dice la directora de la Escuela Alas y Raíces

*«A las personas con discapacidad les debemos tener paciencia y tolerancia y tomar en cuenta la frase que dice: “Porque te ríes de mi porque soy diferente, yo no me rio de ustedes porque todos son iguales”», aconseja María Luisa Ojeda

Por Luis Carlos Cano C.
    Es tanto lo que le gusta su trabajo, que lo considera una misión en la que puede ayudar a sus semejantes, en especial a quienes tienen capacidades diferentes, o como se les identifica, personas con discapacidad que afirma, son un ejemplo por lo que hacen cotidianamente en una sociedad que aunque los apoya más, aún los ve con lástima.
    Fue por ese interés y cariño hacia estas personas, que María Luisa Ojeda Arredondo se fijó como una de sus metas trabajar por ayudar a la gente con discapacidad y eso la motivó para fundar la Escuela Alas y Raíces, una institución a la que asisten desde niños hasta adultos que reciben educación básica y les enseñan oficios para que, como otra gente, puedan desempeñar una actividad.
    De profesión Gericultista, Psicóloga Clínica con maestría en Psicoterapia y certificada como maestra de la Asociación Nacional de Enfermedades Mentales, María Luisa da terapias por las tardes a niños, jóvenes y adultos. Sin embargo, dice, lo que hace en Alas y Raíces es lo que más le llena en su vida, pues como dice el slogan de la escuela es «Hacer de la tierra el mejor lugar del cielo». De lo que significa ayudar a estas personas y como ellas desempeñan su actividad cotidiana, platica con Semanario.

                                                                       1
— ¿Cómo surge el proyecto de crear la Escuela Alas y Raíces?
— Creo que como todos los sueños, con los ojos cerrados, pero las ilusiones abiertas con muchas ganas de hacer cambios en uno mismo para ayudar a los demás. Todo se dio después de que terminé la carrera y me doy cuenta de que no llegan los pacientes como yo esperaba para dar terapia.
     «Luego me dan la oportunidad de trabajar con tres personas con discapacidad para enseñarles habilidades para la vida diaria, pero jamás había trabajado en ello.
     «Cuando llego a esa casa para atender a tres hermanos de 30, 27 y 25 años de edad, con retraso mental, tenía que enseñarles a bañarse, rasurarse y las habilidades más básicas; mi primer sentimiento fue pensar aquí lo que quieren es una sirvienta, no me sentía digna de hacer ese trabajo que inicialmente hice por dos semanas, lo que fue terrible para mí y pensaba que no estudié tanto para eso».

                                                                       2
— ¿Dejó el trabajo o eso influyó para crear la escuela que ahora maneja?

—Sucedió que durante una semana no pude ir a atenderlos, pero cuando regreso lo primero que veo en esa casa son tres personas pegadas a la ventana; yo sabía que me estaban esperando y me sentí incómoda, pues a diario cantaban una canción que decía “ya llegó María Luisa, Ya llegó María Luisa” y yo pensé, ahorita empiezan con su canción, y así fue, la entonaron en cuanto bajé del auto.
    «Sin embargo, esa canción que en un momento llegué a odiar, ahora me da los más bellos recuerdos, nostalgia y alegría porque la recuerdo con amor. Ese día cuando llegué, lo primero que me dice la mamá: «tienen toda la semana esperándola en la ventana, no los puedo despegar todo el día de ese lugar», ante lo que me sentí inmerecedora de ese cariño, pues algo que yo hacía forzada por cuestiones económicas y que sentía que no hacia un cambio, porque pensaba que a ellos ni siquiera les interesaba si iba o no, resultó que el descanso de una semana sirvió para demostrarme que me esperaban con amor».

                                                                          3
— ¿Qué pasa con María Luisa Ojeda como profesionista, ese caso la hace cambiar?

— Así es, fue de las cosas que me han marcado en la vida, es sentirme avergonzada con Dios, más que conmigo misma, pues ese día me sentí con mucha vergüenza, le pedí disculpas a Dios y le prometí que a partir de ahí iba a dedicar mi trabajo con verdadero trato digno y profesionalismo, pero sobre todo con amor y entrega.
     «A partir de ahí he tratado de atender a cada uno de mis niños como si yo tuviera un hijo con discapacidad, y si ese fuera el caso, me gustaría que los trataran con respeto, y junto con él, hacer cambios en su vida, porque realmente he tratado de hacerlo, pues creo que mi compromiso es con Dios, ya que si yo cuido a sus hijos, el cuidará de los míos.

                                                                           4
— ¿Esta atención la da por igual a las personas que acuden a las terapias en su consultorio que a los de la escuela?

— Eso me ayudó a despertar, pero cuando eso ocurrió, casualmente en terapia me empezaron a llegar muchos niños con discapacidad y entonces me dada cuenta de que quizá no me llegaban antes porque no estaba preparada para ellos.
     «Yo despierto y por alguna razón empiezan a llegar niños a mi terapia, pero entonces me di cuenta de que pagaban una terapia y ya no podían pagar hasta dentro de una semana o 15 días; yo decía, el niño necesita una terapia diaria, pues la discapacidad llegó para quedarse, no es una gripe que se quite con un jarabe, la terapia es para siempre, ellos tienen que estar siempre en un lugar donde se les atienda.
     «Ahí fue cuando empiezo a pensar del por que no hacer una escuela para niños con discapacidad y me di a la tarea de buscar qué escuelas de ese tipo había en la localidad, pero la sorpresa fue que estaban en un cuarto o en una situación deprimente en la zona más oscura de la ciudad y yo no quería eso, soñaba con una escuela alegre, más viva, entusiasta y que le gustara al niño, la idea era «Hacer de la tierra el mejor lugar del cielo», que es el slogan de la escuela. Creemos que el cielo es maravilloso, por eso el lema».

                                                                      5
— ¿El edificio donde está la escuela se los donaron o lo compraron?

— Lo compramos, se estuvo pagando en estos 10 años de trabajo, duramos ese tiempo pagándolo, y aunque nos lo dieron a buen precio, había que pagar una deuda en dólares, lo que implicaba que había que dejar muchas cosas.
     «Incluso, en casa mis hijos llegaron a sentirse celosos de esto, pues decían, mamá, donde está la leche y yo les respondía, me la llevé a la escuela; mamá la mermelada, me la llevé y así con muchas cosas, hasta que llegó el momento que me dijeron mejor vamos a comer a la escuela, allá hay más cosas que en la casa».

                                                                     6
— ¿En esta escuela sólo vienen en la mañana y los traen sus padres?

— Si ellos, vienen de 8 de la mañana a las 2 de la tarde, los papás los traen y vienen por ellos, además de que hemos tratado de que tengan su uniforme, el deportivo, pues vienen a una escuela y aunque no pasan de grado estamos buscando que puedan cursar su primaria y secundaria, porque para el papá, el niño, el cero lo hace como dona y la dona como cero, pero se siente bien con sus hijos.
     «Había que tener un niño con discapacidad para hacer que los sueños de un padre se congelen en muchas de las veces, nosotros como sociedad contribuimos a que se queden ahí.

                                                                          7
— ¿Cómo ve el trato que les da la sociedad a las personas con discapacidad?

— El trato ha cambiado para bien, pues antes era más difícil; conocí una niña con discapacidad que estaba amarrada y no me explicaba el porqué, pero decían que era para que no se saliera a la calle, y como un hijo obediente no lo cuestionabas. Pero como esa niña con retraso mental, en muchas comunidades aún se les encierra, se les amarra y se les hacen hasta rituales contra brujería.
     «Pero esto ha ido cambiando, ya hay tolerancia y apertura a las personas con discapacidad, aunque la gente cree todavía que una persona discapacitada es la que está en silla de ruedas o con Síndrome de Down, discapacidades muy obvias, pero hay muchas que no se ven, en las que la persona luce físicamente bien.
     «Un ejemplo de apoyo a estas personas es el calendario que hizo este año la Junta Municipal de Agua y Saneamiento con fotografías de los alumnos de la escuela.
     «Es importante que la gente nos permita educar a las personas con discapacidad, porque siempre hay que educarlos, podemos ser fuente educativa para la ciudad, pues aunque ellos no van a poder ser profesionistas, si podemos ser enlace que sirva a la comunidad de un cambio en la atención a estas personas».

                                                                        8
— ¿Entonces, ya hay más tolerancia y mejor trato a estas personas?

— Definitivamente, pero aún llegamos a algún lugar y mucha gente confunde el trato digno con lástima, ya que, por ejemplo, en una fila cuando llegan dicen déjalo que se meta, o si quieren algo, dáselo, pero no debe ser así, deben tratarlo como otra persona y con trato digno, el niño debe aprender a hacer fila, a guardar silencio en un cine, pero cuando la situación no lo permite, pues nada más tener un poco de paciencia porque al niño ese estímulo lo asusta, pues a lo mejor es la primera vez que va a la cine y esta tan emocionado que no deja de gritar.
     «Debemos tener paciencia y tolerancia; aún la gente los ve en la calle y se les queda viendo, pero debemos educar a otros niños para tratarlos bien; hay una frase que dice “Porque te ríes de mi porque soy diferente, yo no me rio de ustedes porque todos son iguales”».

                                                                        9
— ¿Qué instalaciones tienen en Alas y Raíces?

— Tenemos sala de billar, la alberca, un invernadero, una jaula donde estamos incubando pollos, aunque no lo hemos logrado, un taller de cerámica, el único a nivel estatal que tienen hornos y mescladora. Hemos hecho exposiciones con la cerámica que han elaborado.
     «Tenemos también un taller de cocina, en donde les enseñamos a hacer galletas y embutidos, contamos con el camión escolar donado por una maquiladora; pero cuando nos lo iban a donar no teníamos, ni cuenta bancaria para que nos hicieran el depósito para la compra de esa unidad, así que vendimos varias cosas parar abrir una cuenta con 2 mil pesos y nos pudieran depositar el dinero para comprarlo.
     «Actualmente estamos en pláticas para el taller de computadoras que nos donó una escuela de El Paso, Texas, ya que ellos compraron nuevas, pero lo que es basura para unos es tesoro para otros y para nosotros esto es tesoro; además tenemos el salón sensorial con juegos de luces que disfrutan mucho y les ayuda a los niños autistas».

                                                                          10
— ¿Además de lo académico, qué otras actividades tienen en la Escuela Alas y Raíces?

— Tienen clases de cocina, taller de jardinería, criadero de pollos y los juegos de billar, actividades que les han ayudado a fijarse una meta a futuro de lo que quieren ser. Anteriormente le preguntaba a Ángel que quería ser de grande y el contestaba que Power Ranger o tortuga Ninja, y le decía que esos personajes no existen, pero hoy le pregunta a él y a otros y dicen, quiero ser jardinero, cocinero, porque hoy tienen sueños tangibles y reales.
     «Ellos aprenden todo, nada más necesitan que haya alguien que les enseñe».

                                                                           11
— Hubo un tiempo en que algunas maquiladoras empleaban a personas con discapacidad. ¿Ustedes no han tenido contacto con ellos o no se puede que quienes acudan a la escuela trabajen en esas empresas?

— La discapacidad tiene sus niveles, hay niños, jóvenes y adultos con discapacidad intelectual que les permite llevar a cabo un trabajo, pero hay personas que no tienen la discapacidad intelectual como tal, pero tampoco son de lo que llamamos normales, están en término medio que pueden llevar una funcionalidad, pero no para un trabajo así.
     «La población que yo tengo no pueden porque son muy inocentes, muy ingenuos, todo se toman literal, pero los enseñamos manualidades que ellos pueden desarrollar en su casa, vender con la familia, los vecinos y de esa manera pueden tener un pequeño ingreso, ya sea haciendo sus galletas o panecillos.
     «Pueden ser productivos sí, pero tenemos que cuidarlos, hay quien si puede desarrollar un trabajo así, pero hay quienes no.

                                                                       12
— ¿En el caso de las personas que ustedes atienden, cómo ha sido el trabajo con los papás, batallaron con ellos, como los tratan?

— Si, al principio batallamos, sobre todo cuando venían sin uniforme y los vestían con cualquier cosa; les ponían una pantalonera corta o de color rosa a los hombres y los papás preguntaban ¿que tenía eso de malo?, pero si tiene, el niño tiene que crecer como todos y si al hermano menor no le queda la ropa, no deben ponérselo al que tiene discapacidad. El papá estaba renuente a estos cambios, a tratarlo igual que los demás.
     «Los alumnos de la escuela han hecho trabajo de mimos porque lo hemos presentado en una obra de teatro, El Rey Mocho, que duraba más de una hora y actuada al 100 por ciento por ellos».

                                                                      13
— ¿Hay algún caso donde los padres reconocieron la capacidad de su hijo y el resultado del trabajo en la escuela?

— De hecho, cuando hicimos esa obra de teatro le dije a una señora, «por favor trate de que su hijo no falte porque él tiene que practicar su personaje».
     «El era un joven parapléjico en silla de ruedas y ella pregunta “qué va a hacer mi hijo, la piedra en el castillo o que”, pues no creía en el talento de su hijo, pero cuando acude a la obra, su sorpresa fue ver que era el guardia del castillo y hacía su papel con la única mano que movía, a la que le atamos una lanza; él estaba encantando de estar bloqueando la entrada, créame que la mamá fue la primera que se levantó en el público gritando: “ese es mi hijo, ese es mi hijo”.
     «Entonces, no solo ella lloraba de la emoción, sino todos, por eso el mostrar las capacidades de los alumnos nos ha permitido que los padres cambien su mentalidad y ahora todo lo que hacemos es decir, vamos campeón, tu puedes y participan todos».

                                                                    14
— ¿Los padres que tienen hijos con discapacidad, qué tanto buscan el apoyo de alguna institución para atenderlos?

— Yo acabo de hacer mi tesis de investigación para la titulación de la maestría. El trabajo se llama “La actitud de los padres en la sociedad actual con hijos con discapacidad”, y es sorprendente ver que en estos casos el 4 por ciento les deja el caso a la comunidad, a escuelas sin apoyos económicos.

                                                                   15
— ¿En el caso de la Escuela Alas y Raíces tienen los apoyos económicos suficientes?

— Con apoyos como el que nos dio la Junta Municipal de Agua y Saneamiento por más de 235 mil pesos con la venta de calendarios, además de los que nos dan algunas tiendas, nos permite mejorar las instalaciones para una mejor atención a los alumnos.
     «Lo que buscamos es mejorar la calidad de vida de la persona con discapacidad, que es corta, realmente es un milagro y una bendición encontrar gente con discapacidad en edad adulta, hay padres de familia que esperan que su hijo se muera primero que ellos para que no queden desamparados.
     «La primera vez que escuché el comentario me extrañó, pero tuvimos un caso de una madre con un hijo único que tenía varias enfermedades, además de la discapacidad; ningún asilo lo quería, ni siquiera un instituto de enfermos o la familia y lo trajeron aquí. El tenía 27 años y entendí a la mamá, pues qué va a pasar con él cuando ella muera; sucedió que cuando ella murió lo dejaron en su casa y sus familiares le pagaban a una señora que lo cuidara, pero sin amor; él murió al año de que falleció su madre, después de haber vivido 27 años con ella, pero sin ella sólo uno».

                                                                    16
— ¿Se ha integrado usted con ellos como si fueran parte de su familia?

— Claro, yo he dicho que son mis niños, pero lo que pasa es que llega uno a quererlos como parte de la familia; han muerto tres de nuestros alumnos y créame que en cada caso he tardado más de seis meses en recuperarme de la depresión por haberlos perdido.
     «Dejamos de ver esto como un trabajo, es una misión, creo que si tuviéramos una misión de vida cada uno de nosotros que nos llamamos normales, no tendríamos la violencia que ocurre en la comunidad; no sólo es venir a vivir, casarse y tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro como se decía, es tener una misión de vida y merecerse la oportunidad que tuvo uno, porque es un milagro estar vivo y hacer algo digno por los demás, sin que se reconozca».

                                                                    17
— ¿El que haya organizaciones civiles que desvirtúan los apoyos para trabajar en beneficio de los demás, les afecta a instituciones como la de ustedes?

— Si, porque en primer lugar nosotros tenemos 10 años en la comunidad, no tenemos una mercadotecnia de que mucha gente nos conozca para que nos apoyen; muchas veces llegamos a tocar puertas y no nos quieren apoyar porque no somos una asociación muy grande en tamaño, pero somos grandes en la labor que hacemos.
     «Nos afecta el mal manejo y tienen razón en desconfiar, una vez en una empresa maquiladora que nos apoyó, me preguntan: “¿qué tiene que darme?” y yo le dije, “nada más que mi palabra, yo sé que en nuestra comunidad no es como antes que los tratos se hacían de palabra, yo se que cuenta poco y es irrisorio, pero no tengo más que darle y decirle que lo que le vengo a pedir es lo que vamos a hacer” y tan es así que nos habían dado un donativo para comprar material, yo les pido si nos dejaban hacer una alberca porque no nos habían dejado entrar a una con el pretexto de que la podíamos contaminar con la baba y el pañal. Cuando la persona volvió me dijo, “tenías razón, ahí está tu alberca”.
     «Hacemos muchas actividades, torneos, concursos de billar, el campamento de verano, por lo que nos queda poco tiempo para la labor restauradora y cuando vamos a ciertos lugares que dan apoyo, las instituciones que tienen mucha difusión nos llevan una gran delantera y a veces tenemos que esperar un año, dos o tres para que nos apoyen. Entre más influencias de política o negocios se tienen con alguna gente, pues más fácil entra y consigue el apoyo».

                                                                       18
— ¿Los padres de familia pagan una cuota por tener a sus hijos en esta escuela?

— Si, pero se hace un estudio socioeconómico y hay quien paga 50 pesos, otros 100 y el que más paga son 350 pesos por semana, pero de los 35 alumnos es una cantidad mínima los que pagan la semana completa y algunos que no.

                                                                      19
— ¿Si alguna persona o grupo quiere apoyarlos con qué lo puede hacer?

— Con todo, de verdad, si tienen moldes de pasteles que no usen, tráiganlos, aquí hacemos pasteles, también con material didáctico, juegos musicales, desechables, artículos de limpieza, o si alguien tiene un talento y quiere venir  a enseñar a los alumnos, bienvenido, realmente cualquier persona que quiera ayudarnos. Se trabaja de 8 de la mañana 2 de la tarde.
     «También necesitamos bicicletas para enseñarlos a andar en ellas y participar en la carrera del Chupacabras».

                                                                       20
— ¿Cuál es el consejo que da como directora de la Escuela Alas y Raíces a la comunidad respecto al trato a las personas con discapacidad?

— Que cuando vean a una persona con discapacidad la traten como su igual, con respeto y admiración, porque uno no valora lo bien que se mueve nuestro cuerpo, nuestros ojos, hasta que nos falta algo, no valoramos cómo funciona nuestro cuerpo hasta que vemos la limitación, entonces les pido que los traten con respeto, con trato digno, pero sobre todo con paciencia y tolerancia cuando vean actos que pudieran avergonzarnos, hay que tener paciencia por nuestro prójimo.

No hay comentarios: