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lunes, 15 de agosto de 2016
Crónica
El trabajo de
casa, como doméstica o como mucama es «duro» y no tiene valor económico ni
social
•Donde he vivido
he tenido la visita de gatitas ajenas que me piden agua y comida y a veces
hasta atenciones con el veterinario. •Les sirvo en
platitos sobre la banqueta, y en eso viene de paso doña Conchita, que se
detiene a platicarme de su trabajo •Es empleada
doméstica. Cuida de una anciana y «hace» la casa de una «patrona» en la zona residencial de San Felipe •«Aquí puedes comer sólo una galleta. Una sola. Y
puedes tomar sólo una taza de café, le advierte su «patrona» a doña Conchita
Por Jesús
González Raizola*
A doña Conchita
le agradan «mis» gatitas, y por más que le he repetido que no son mías, que
quién sabe de quién serán, que las siete bajan de diferentes rumbos, que comen,
beben agua, y se van. Comen y se van en forma normal, natural. Yo no soy
Vicente Fox para correrlas como corrió a Castro.
Cuando menos
treinta minutos después de que las gatitas se van, se queda doña Conchita para
comentarme que viene «muy cansada». Que trabaja
en una casa «de ricos» en San Felipe. Que llega a su trabajo a las seis
y media de la mañana. Que sale « a esta hora», las ocho casi las nueve de la
noche.
Me dice que cuida
de una ancianita. Que «alza» toda la casa de cuatro recámaras. Que trapea. Que
lava y plancha la ropa de la ancianita y la de su cama y recámara. Que limpia
la sala, el comedor y la cocina. Que recoge la basura del jardín. Que lava los
trastes cuando llega en las mañanas y cuando ya está por salir en las tarde.
Que…
–Oiga doña Conchita, pues es mucho lo que hace. Pero le han de pagar muy
bien–. Y me ataja: «Ande, qué me van a pagar muy bien. Ande. Ande».
Se ha negado a decirme cuánto le pagan. Y cuando creí, y así se lo dije,
que seguramente comía muy bien, me contesta entre triste y enojada:
«Ande. Me dice la señora, la patrona: mira aquí nomás vas a poder comer una
galleta de estas. Una sola. Y vas a poder tomarte una sola taza de café. Una
sola. Y nada más. ¿Usted cree que eso es comer bien?»
Y me aclara: «Pero no crea que soy muy dejada. Le dije que no tengo
necesidad de su galleta ni de su café. Mire: llevo mi termo y mi torta para el
medio día. Le dije que soy pobre, que tengo necesidad pero no me humillo. Que
se guarde su galleta y su café».
Caray, le digo, ¡qué ricos tan muertos de hambre!
«Ande», musita. Y se va. «Ahí lo veo mañana, si Dios quiere».
Chihuahua, 2016.
*Premio Nacional
de Periodismo 1973
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