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lunes, 19 de septiembre de 2016

Luces en medio de la violencia


Vìctor M. Quintana S.
         A contrapunto de la violencia criminal o de la violencia de Estado, estos años han surgido en Chihuahua destellos de valor, coherencia y densidad ética: las organizaciones de derechos humanos de la sociedad civil; primero fue la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos AC, fundada en 1988 por el obispo jesuita de la Tarahumara, José Llaguno. Luego, el Centro de los Derechos Humanos Paso del Norte, en Ciudad Juárez, que está celebrando sus 15 años. Y luego el Centro de los Derechos Humanos de la Mujeres (Cedehm). De él nos ocupamos en esta entrega.
           Fue fundado en 2006 con el objetivo de representar, empoderar y contribuir a lograr el acceso a la justicia de niñas y mujeres víctimas de violencias de género. Luz Estela (Lucha) Castro, Gabino Gómez y Alma Gómez, dirigentes de El Barzón, fundaron la organización, a partir de su experiencia en la denuncia –junto con otras activistas y las madres de las víctimas– de los feminicidios y desapariciones de mujeres. Empezó a atender mujeres golpeadas, víctimas de violencia en su hogar, también madres y hermanas de muchachas desaparecidas o asesinadas. Brinda orientación y acompañamiento cotidiano a las familias dolientes, asesoría jurídica y apoyo sicológico.
          Cuando en 2008 se implantó en Chihuahua –primero que en cualquier otro estado– el Sistema Penal Acusatorio o de Juicios Orales, el Cedehm fue el primer organismo de la sociedad civil mexicana que litigó casos de violencias de género en este nuevo sistema penal. Los precedentes que ha logrado en el litigio de casos son innumerables, resaltando la perspectiva de género en decisiones judiciales, con estándares internacionales y el balance de los derechos de las víctimas en procesos judiciales. Su experiencia acumulada y sistematizada les ha permitido ser capacitadoras de defensoras y de otras organizaciones de mujeres en el sistema acusatorio.
           No se detienen aquí las muchas mujeres y los pocos hombres que colaboran con el Cedehm; con una frecuencia que no quisieran han ido haciendo vereda en el recurso a los organismos internacionales de derechos humanos, como la comisión y la corte interamericanas. Washington, San José de Costa Rica, Ginebra, son ciudades que conocen bien de sus trajines de defensa y denuncia.
        Cuando la violencia antes larvada estalló, multiforme, virulenta en Chihuahua, a partir del Operativo Conjunto contra el Crimen Organizado lanzado por Felipe Calderón en 2008, el Cedehm tuvo que ampliar la cobertura de sus servicios, no por afán de acaparar, sino para atender a las filas de víctimas que tocaban su puerta. A partir de entonces y hasta ahora ha encabezado la lucha contra la desaparición forzada de personas en el estado. Comenzó con el caso de los primos Alvarado, en Benito Juárez, en diciembre de 2009, para seguir con el de los siete varones de la familia Muñoz Veleta, en Colonia Anáhuac, y luego las más de 350 desapariciones en Ciudad Cuauhtémoc y las cerca de mil 300 en el estado. Se dice fácil, pero el trabajo ha sido muy arduo y, frecuentemente, harto peligroso: animar a las familias a que denuncien; acompañarlas; darles atención sicológica; ponerlas en relación con las familias de otras víctimas; ayudarlas a afrontar las amenazas; entrevistarse con funcionarios; organizar la difusión en los medios de comunicación, marchas, ayunos, jornadas de lucha y peregrinaciones; acompañarlas al pasar el puente internacional para que demanden asilo político en El Paso, Texas.
            La violencia va mutando, va adoptando nuevas caras, pero siempre afecta más a los grupos más vulnerables. Así, desde hace más de un año, las bandas criminales han intensificado sus ataques contra comunidades de la sierra de Chihuahua, forzando a que cientos de familias tengan que abandonar sus viviendas, sus siembras y sus animales, y buscar refugio en otra parte. Apoyar a estas familias desplazadas, encontrarles viviendas, alimentos, empleo; llevar sus casos a las autoridades es una de las nuevas tareas que el entorno de violencia ha ido imponiendo al Cedehm.
            Lejos de agobiar, todo esto parece que incentiva al sólido equipo del centro: la conjunción de veteranas y veteranos de la lucha social, con eficaces abogadas jóvenes, con sicólogas y sicólogos que en los acompañamientos a víctimas han rediseñado su profesión, con curtidos cuadros del movimiento campesino, comunicadoras, periodistas, gente de la academia, todo esto ha generado aprendizajes, solidaridades, identidad, comunidad en el Chihuahua roto y desgarrado de la violencia y de las víctimas.
            Hay a quienes la labor del Cedehm les genera repulsa y odio, como muestran los diversos ataques del gobierno de Duarte contra el centro, o el hecho de que varias personas del mismo hayan recibido medidas cautelares por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Pero hay también quienes han otorgado reconocimientos nacionales e internacionales a su labor. A este propósito, el Cedehm y otra organización derecho humanista mexicana, el Centro Miguel Agustín Pro Juárez, han sido nominados finalistas para el Premio Tulipán de los Derechos Humanos del Reino de los Países Bajos. Ojalá ganen. Para que no se apaguen, para que brillen más estas luces en medio de la violencia.

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