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martes, 16 de febrero de 2010

Guardamemorias


VASCONCELOS: ASALTO 
DE RECUERDOS

 Por José Manuel García

«El gobierno frustró una rebelión planeada para el martes 29 de enero (1935).
«Fueron hechos prisioneros 20 rebeldes. Muchos de ellos vivían en El Paso, Texas.
«José Vasconcelos, que permanece en Buenos Aires, es el líder de la conspiración.
«Algunos de los cabecillas de la rebelión eran: Gilberto Valenzuela que fungía como Ministro del Interior. El General Marcelo Caraveo, como Secretario de Guerra. Ambos vivían exiliados en El Paso, Texas. Otro de los conspiradores es Antonio Villarreal.
«Con esta detención termina el último intento de tomar por la fuerza de las armas a la pacífica Ciudad Juárez.
(En Berkeley Daily Gazette. Enero 30, 1935)

*

José Vasconcelos escribe en su libro El Preconsul (1939):
En El Paso, Texas, en un hotel modesto me visitan «un general y hasta doce oficiales y jefes de los de Marcelo Caraveo».
Agrega: «son excelentes muchachos, acostumbrados a jugarse la vida».
Los oficiales le proponen a Vasconcelos tomar Ciudad Juárez. Vasconcelos se entusiasma: «Me propusieron un plan estupendo. Darle un golpe de sorpresa a Ciudad Juárez».
Sólo falta «un poco de dinero, no más de dos mil dólares para la compra de unos cuantos caballos, una veintena de rifles».
Vasconcelos llega a entrevistarse con el General Marcelo Caraveo. Y a pesar de que la conspiración fue tramada de principio a fin por el General, escribe Vasconcelos que le dijo: «reflexione usted que si usted no hace este esfuerzo, pierdo quizás la única oportunidad de entrar a México tal como debo entrar».
Tomar Ciudad Juárez «habría hecho cambiar el curso de nuestra historia», concluyó el retórico Vasconcelos.
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Del 30 de septiembre al 4 de octubre de 1929, Vasconcelos llegó a Ciudad Juárez. Iniciaba su campaña presidencial por el Partido Anti reeleccionista.
En El Presconsulado, Vasconcelos recuerda su arribo a la ciudad: «tuve una estruendosa, ardiente recepción». Sus apariciones públicas fueron organizadas por Rodolfo Uranga, Enrique Vasconcelos, Baudelio Pérez (maestro de la Escuela Particular de Agricultura, de los hermanos Escobar), y Vito Aguirre.
Vasconcelos recuerda la población juarense: es un «lugar triste», «los pretorianos han acabado con todo y no quedan sino garitos, bares de Whiskey, lenocinios y general degradación que ellos mismos explotan».
Afortunadamente, en Ciudad Juárez también hay gente honesta, como el dueño del modesto hotel donde Vasconcelos se hospeda, y que ayudó a su la campaña electora.
El día 4 de octubre, Vasconcelos es invitado por «el ingeniero Escobar, de la Escuela Privada de Agricultura, noble, utilísima institución», en ella, Vasconcelos habla a los estudiantes. Los invita a tener un sentido crítico de la política mexicana.
Al dejar la ciudad, Vasconcelos reflexiona: «Ciudad Juárez, con su metrópoli que es El Paso, vive aún su periodo heroico: pensando todo mundo en revolucionar».
En Ciudad Juárez se originó la primera etapa de la revolución, Vasconcelos creía que allí él continuaría una etapa cívica, democrática (ayudado, claro, por militares inconformes que también planteaban la alternativa armada).

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En el norte, Vasconcelos es recordado (y tal vez despreciado) por un aforismo que acuñó contra sus enemigos político (Carranza y algunos). La frase es la siguiente: «En México la civilización termina donde empieza el consumo de carne asada».
Lo cierto es que Vasconcelos fue culturalmente norteño.
La familia de Vasconcelos vino a radicar a Paso del Norte (actual Ciudad Juárez) por un corto tiempo, pero el padre de Vasconcelos se decidió por Piedras Negras, ciudad fronteriza donde se establecieron para ocupar un puesto aduanal.
Vasconcelos recuerda que de niño «cruzaba el puente internacional para asistir a la escuela de Tagle Pass, Texas, donde «el odio de raza, los recuerdos del 47, mantenían el rencor. Sin motivo, y sólo por el grito de “greasers” o de “gringos”, solían producirse choques sangrientos».

José Joaquín Blanco, uno de sus más agudos biógrafos, escribió: «como figura central y política es un Hombre del Norte, y su personaje se incorpora a la galería de norteños que dominaron el país».

De origen oaxaqueño, Vasconcelos, fue culturalmente norteño. Cuando llega a la ciudad de México, lleva en su memoria (su identidad), los interminables enfrentamientos de los mexicanos fronterizos con la “gringada” y la apachería, el culto por formación intelectual práctica de los anglos, el amor por los libros y la educación surgidos del gran proyecto norteamericano.

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Otro recuerdo de Ciudad Juárez, por allá en 1913:
Carranza está en una barbería local. Acicalándose, ajustándose el uniforme, sintiéndose el Jefe de Jefes… el Napoleón del norte mexicano.
«Presencié la entrada de Carranza a Ciudad Juárez. (Escribió Vasconcelos en La tormenta publicada en 1936):
«Estuvimos varios amigos, charlando en una esquina llena de gente, esperando con varios millares de curiosos…
«Y entró, por fin, napoleónicamente, el Primer Jefe, a posesionarse de una ciudad ya pacificada y toda leal».

Allí Vasconcelos se entrevista con Carranza.
Poco habrá en común entre estos dos hombres.

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Otro recuerdo más:
Vasconcelos recuerda cómo el comandante de las armas de Ciudad Juárez, el General Gavira inauguró «el sistema de fusilamientos con banda militar y público de turistas, en Ciudad Juárez, y ya no durante la guerra civil, sino en pleno gobierno constitucional del Primer Jefe».
De los cuarteles militares la muerte pasó a la Plaza de Armas.

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[Inspirado libremente en La tormenta (1936) de J. Vasconcelos. Ulises Criollo, de Vasconcelos, edición de Claude Fell (2000). Y el imprescindible Se llamaba Vasconcelos (1977), de José Joaquín Blanco]


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