Bienvenidos
La apertura de este espacio, conlleva la intención de interactuar con los lectores de la revista Semanario del Meridiano 107, conocer sus opiniones, enriquecernos con sus comentarios y complementar nuestros servicios editoriales.
martes, 12 de julio de 2016
Crónica
El Chato Nevarez
y la cueva de
El Porvenir en el Valle de Juárez
•Los jueves santos iba de niño con mi padre a la cueva encantada •La conseja decía que adentro había diez bolsas de cuero con oro •Era una mentira igual a la de los famosos «entierros» de Villa •Entre la sierra Amargosa y la Guadalupe nace el arroyo Gacho
Por Jesús
González Raizola*
Desde muy
chiquito me llevaban mi padre y mi hermano Manuel con ellos, los jueves santos,
a la cueva del Chato Nevarez; y los
viernes a sacar pescados «grandotes» o sapotoros
del agua del Río Bravo.
A la cueva
subíamos a caballo la muy favorable pendiente de la sierrita llamada La
Amargosa, la que entre ella y la Guadalupe, nace el arroyo de El Gacho en cuya
margen izquierda, ya acá abajo en el Valle se ubica el poblado de El Porvenir y
su ejido donde nací hace 79 años.
Oía muy atento la
plática entre mi padre y mi hermano mayor. Que si había «suerte» estaría a la
entrada una mujer vestida de negro que les decía a los visitantes «pasen pero o se llevan todo el oro o no se
lleven nada». Nadie se atrevió a aceptar aquella misteriosa invitación.
Paro con oro o
sin oro yo me divertía sobre todo por los desmesurados apapachos de mi padre y
de Manuel que siempre me ha tratado con sumo cariño. Manuel vive actualmente con
una bonita familia en El Paso, Texas, y tiene 92 años de edad y todavía camina
«muy derechito» y muy sano.
Al Río Bravo, me
quedaba a doscientos metros de la cabecera de la parcela ejidal de mi padre,
íbamos los viernes de la Semana Santa a
pescar, no en el Río ya rectificado sino en los meandros, en los recovecos de
la mil curvaturas que seguía el curso antes de los trabajos de 1940, donde
abundaban especies grandes de pescados, tortugas y sapotoros comestibles.
Los sapotoros ,
que por acá quizá nadie conozca, son sapos gigantes que braman como los toros,
de ahí su nombre, y cuya carne blanquísima la preparaba mi madre en un
apetitoso guisados con chile colorado y ajo.
Ignoro si en la
actualidad existen la cueva del Chato Nevarez y los pescados, las tortugas y
los sapotoros, porque el Tratado de Aguas dejó seco mi querido y nunca olvidado
Valle de Juárez.
Chihuahua, 2016.
*Premio Nacional
de Periodismo 1973
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario