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jueves, 9 de mayo de 2013
Columna
Estrictamente
personal
Marco Toño y
Rius
Por Antonio
Pinedo
En el bazar del Monumento me
encontré el libro «Mi Lucha» de Marco Toño, por cierto que fue muy desagradable
ver como un espacio público tan simbólico e importante fue rentado a una
empresa de juegos mecánicos, pero ese es otro tema. Lo importante es que por 30
pesos conseguí la edición, que publicó en 1984 el Gobierno del Estado.
Me encantó la compra, pero me dio
tristeza ver lo descuidado de su elaboración, como libro-objeto, o sea, el
trabajo de impresión es desastroso, se fueron por el lado fácil y barato y
retrataron la primera edición con sus fallas y le agregaron las propias, sobre
todo en compaginación. En fin, de cualquier manera fue una excelente compra, no
tanto por el precio, sino por el contenido, en realidad es un libro invaluable,
no me explicó como su dueño original
Ricardo A. Castro López, no supo apreciar y atesorar el documento.
El hallazgo me hizo el domingo, me
remontó a mis primeros años en el oficio de periodista, cuando por primera
ocasión trabajé en el diario Norte de
la Ciudad de Chihuahua, acababa de ser adquirido por Carlos Loret de Mola y él
dirigía, por lo menos formalmente y cuando se encontraba en la ciudad de
Chihuahua, ya que el peso del trabajo caía en Alejandro Irigoyen Páez.
Era
1981 y mi amigo Jesús Manuel González Raizola, me invitó a una reunión en La Sorbona, una librería de viejo que se
encontraba sobre la avenida Juárez a cuadra y media del periódico, la
invitación me entusiasmó porque estaría el caricaturista Rius, a quien yo desde
la primaria seguía, primero con los Supermachos,
que tras la salida de Eduardo del Rió, un paisano de Parral, Francisco Ochoa,
continúo con la serie y el buen Rius inició un nuevo ciclo con Los Agachados, que editó hasta el 1981,
cuando lo conocí aún no cerraba el ciclo de historietista para dedicarse de
lleno a los libros de monos.
Acompañando a Raizola llegamos a la
librería de viejo y rápidamente Marco Toño ya un hombre por lo menos setentón y
de una gran jovialidad nos dio una cálida bienvenida, Raizola, fiel a su
estilo, hizo una presentación muy formal, dándome, el nombre de «señor Pinedo»,
aunque el bigote y la barba aún no se unían. Con esa formalidad que le es habitual
me explicó que Marco Toño era el autor de
Torpelandia, un libro en donde se relataba el asesinato del taxista Juan
Cereceres, presuntamente por un familiar del gobernador Oscar Soto Máynez,
evento que a la postre determinó su caída.
Una breve digresión sobre Soto
Máynez: fue el fundador de la Universidad Autónoma de Chihuahua, llegó a
gobernador por el gran mérito de ser amigo del presidente Miguel Alemán desde
las épocas universitarias. Llenó de permisos de cantinas a sus familiares en
Ciudad Juárez y nunca tuvo la simpatía de las élites económicas de la entidad,
de tal manera que éstas aprovecharon, la muerte de Cereceres y encabezados por
Lázaro Villarreal, padre del ex alcalde de Ciudad Juárez, Francisco Villarreal
Torres, crearon un Comité de Acción Ciudadana, que a la vuelta de un año devino
en un fortalecimiento del PAN y la primer campaña en que Acción Nacional peleó con
garra los puestos de elección popular en disputa en 1956. De hecho pocos dudan
sobre el fraude cometido a Alfonso Arronte para imponer en la alcaldía a su
compadre René Mascareñas, La fuerza de la candidatura de don Poncho, venía del
Comité de Acción Ciudadana.
Cuando conocí a Marco Toño y a Rius,
gobernaba Chihuahua Oscar Órnelas
Kuchle, quien también cayó, los dos Oscares, son los únicos caídos en los últimos setenta años en Chihuahua.
Pero bueno, luego de las
presentaciones pasamos a la trastienda de La
Sorbona, que era propiamente la vivienda de Marco Toño, y tenía la dignidad
de lo antiguo. Me regaló y dedicó un tomo de Torpelandia y nos sentamos en la pequeña estancia en donde se
pudiera, casi al mismo tiempo, con puntualidad llegó Rius, rubio, delgado,
narigón y de una sencillez y trato que rendía a los demás. Ocupó un viejo
sillón, llegaron la bebidas inicio la plática, no recuerdo haber abierto la
boca para nada, creo que no tenía nada que decir y mucho que oír, así que me
concentré en escuchar la alegre plática y las anécdotas que Marco Toño y Rius
tenían que contarse.
La parroquia era breve, me sentí
privilegiado y aún agradezco a Raizola la invitación y el trato de adulto que
desde la adolescencia me ha brindado. Recuerdo entre los invitados a Salvador
Escobedo Bareño, quien gustaba en esa época de usar gazné.
Fue una tarde para ser recordada,
fue de los momentos que van formando la vida porque quedan almacenados en la
memoria. La bonhomía de Rius encajaba muy bien con Marco Toño, ellos, Escobedo
y Raizola me hicieron pasar una agradable tarde entre amigos.
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