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viernes, 23 de mayo de 2014
Tras los pasos de Quino
1.- Algunos considerarán un exceso que un humorista haya sido
galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y más
aún cuando sepan que entre los finalistas había personalidades como el filósofo
Emilio Lledó. No seré yo el que entre en esa polémica, que puede cobrar tintes
semejantes a aquellas declaraciones de Vicente Molina Foix en las que se
lamentaba de que se hubiera creado un Premio Nacional de Cómic. Doctores sobre
la pureza o no de los premios tiene la Iglesia. Yo me limito a celebrar que el
jurado haya reparado en la importancia de la obra de este creador, de la misma
manera que pudo haberlo hecho también hace unos años, y no lo hizo, en el
trabajo de nuestro Carlos Giménez.
2.-Durante 60 años, Joaquín Salvador Lavado, Quino (Mendoza, Argentina,
1932), ha buscado en nosotros esa media sonrisa cómplice de los humoristas que
huyen de la hilaridad fácil para hablarnos de un mundo incómodo, y a menudo
hostil, para aquellos de entre sus habitantes que se detienen un momento a
reflexionar sobre sus condiciones y se hacen preguntas para las que, las más de
las veces, sólo hay comprometidas respuestas. Aunque su popularidad está
asociada a la creación de Mafalda, en
activo durante una década en ese territorio singular que está a medio camino
entre la historieta y el chiste de actualidad, yo siempre he defendido que el
mejor Quino se halla en el resto de su obra, afortunadamente recogida en
diversos títulos.
3.-Un Quino mucho más hondo y
personal, también más pesimista, que es únicamente el portavoz
de esa humanidad solitaria que profesa la perplejidad como una virtud de la que
extraer algo de sentido. La niña de cabeza grande que le dio, sin embargo, la
gloria, y que tiene más de adulta humanista que de pequeña criatura, nació en
1964 como un encargo de la firma Mansfield para promocionar una nueva gama de
electrodomésticos. Los empresarios le hicieron el encargo publicitario con dos
recomendaciones: que el trabajo fuese una mezcla de 'Peanuts' (Carlitos) y de 'Blondie', y que el nombre de la protagonista empezara
por "eme". Aunque finalmente el proyecto no se empleó para ese fin,
Quino comprendió que había en él elementos más que suficientes para trazar un
fiel retrato de la clase media argentina de los 60.
4.-Por ende de cualquier otro lugar del planeta, y el 29 de
septiembre de ese mismo año las tiras comenzaron su andadura en 'Primera Plana'
para, tras pasar por las páginas de 'El Mundo', llegar a las de 'Siete
días'.Fue una obra dirigida antes a los adultos de aquellos revueltos años que
a los niños, y de ahí la dimensión de su alcance. Unos adultos que se veían
reflejados más en los arquetipos de los más pequeños del elenco (Mafalda, Miguelito, Susanita, Manolito, Felipe, Libertad o
Guille, el hermanito de Mafalda) que en los progenitores
de la protagonista, con ser precisamente a estos a los que más se asemejaban.
Y, pese a que Quino mantuvo siempre su descreimiento respecto a la política ("Hay gente que dice que soy marxista, pero jamás leí a Marx; me da
vergüenza decirlo, pero es así", le contestaba a Osvaldo Soriano en una entrevista en 1972), los
lectores progresistas con que contó mayoritariamente siempre le consideraron
uno de los suyos. (Fragmentos de un artículo de Felipe Hernández Cava).
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