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viernes, 12 de junio de 2015
Aires del pasado: Reporteros de ayer, de hoy… de siempre
–Sugestivo y
singular libro de Carlos Murillo de la Cruz
–Sin decir
nombres, homenajea a los Reporteros en general
–Nativo de San
Felipe Viejo y hermano de Avelina y Manuel
Por Jesús
González Raizola*
Carlos Murillo de
la Cruz (Carlitos Murillo, le llamaba muy a su estilo afectivo, cariñoso, don
Aurelio Páez Chavira) escribió un libro, editado por el Instituto Chihuahuense
de la Cultura en junio del 2010, que se singulariza por varios motivos:
*Su prosa, muy
florida, plena de elegantes galas retóricas y de expresiones de llamativa
belleza literaria, es muy propia, muy de la característica personal de Carlitos
en su forma ordinaria de comunicación, tan amistosa, tan humana, tan única.
*Excepcional por
el tema que aborda desde su ameno principio hasta su final, que es una
dedicatoria, un brindis amistoso, al no identificado personaje, o a los
personajes que, como dice que se lo dijera don Aurelio Páez
Chavira «…podemos ser cualquiera de nosotros» o sea el Reportero, o los
Reporteros, a los que Carlitos llevó en el libro, a un nunca antes visto
escenario de noble y grata recordación… y de rescate del olvido.
*Porque nunca
nadie antes de los que han escrito, ni de los que seguimos medio escribiendo,
se ocuparon, ni nos hemos ocupado, de concederle al Reportero la calidad de
Procurador de la Sociedad como lo hace Carlitos en la página 87 de su libro,
cuando afirma:
«… sigo pensando
que es el Reportero el personaje más importante del oficio periodístico, pues
es quien va por la materia prima al sitio donde se genera y con el fondo como
esencia, le da forma para noticiarla y entregar su mensaje…
«El Reportero es
un profesional de la información pública; y los periodistas, todos, absolutamente
todos, también lo son. El Reportero representa los oídos, los ojos, la boca del
pueblo. El Reportero habla por la gente. El Reportero exige por el ciudadano.
No me cabe duda: es el Reportero un Procurador de la Sociedad. Y puntualizando
al transcurrir de cada instante, en el devenir de las épocas, el Periodismo ha
sido, es, la Historia de la Humanidad».
*Porque el libro
de Carlitos trajo a la realidad – así lo escribe– con el amparo benigno de una
máxima fortalecida, actual, sublimizada: Recordar el volver a vivir. Y cuántos
de los Reporteros de antaño y también de los tiempos actuales no negarán, mal
harían, el deberle a Carlitos eso, volver a vivir, en la rememoración conjunta,
integral que hace en cada una de las páginas del libro, que «podemos ser cualquiera
de nosotros» , como se lo dijo, a Carlitos, con esa sinceridad tan pura y tan
suya de don Aurelio Páez Chavira.
Carlitos nació el
14 de octubre de 1946 en el Barrio de San Felipe Viejo, San Felipe Original, el
que estaba «allá, solitario, al otro lado del Chuvíscar» y en el que, según el
profesor don Panchito Almada, en 1880 Enrique Creel, apoderado del Banco Minero
de Chihuahua puso allí un horno de fundición de metales que se llamó «Hacienda
de San Felipe» la que desapareció cuando en 1905 se estableció la fundición de
Avalos por la empresa ASARCO, a la
que Creel traspasó sus graseros y sus nexos, mismo
terreno que en 1933, dice don Panchito, la ASARCO cedió al gobierno del estado
de Chihuahua que encabezaba el general Rodrigo Quevedo, en el que ya se había
fundado una barriada.
Fue en aquel
momento en que los jefes de las familias allí asentadas, entre los que estaban
los padres de Carlitos, don Luis Murillo Marcial y doña Carmen de la Cruz
Murillo promovieron ante Quevedo la creación de la actual escuela «José Dolores
Palomino», en recuerdo al revolucionario Maderista de ese nombre quien con
Villa y otros prominentes se levantó en armas en 1910 en San Andrés contra la
dictadura de Porfirio Díaz.
Allí estudió
Carlitos su primaria, como ya lo habían hecho sus hermanos mayores Avelina y
Manuel. Por cierto Avelina, llegó a ser directora de ese plantel en la década
de los cincuentas, antes de trasladarse a Ciudad Juárez, donde se distinguió
como maestra y como activista de los
principios y postulados de la Revolución Mexicana, en tanto Carlitos en Juárez de tituló como Contador Privado en la
escuela del profesor don Enrique C. Ledesma, ubicada frente al diario El Fronterizo.
Pero también
destacó, como hasta la fecha, como orador cívico, como periodista, creador
literario, organizador político en el PRI, reportero de diarios y de estaciones
de radio y de televisión.
Los veteranos de
la «reporteada», entre los que atrevidamente me incluyo, debemos agradecer, y
hacerlo públicamente, a Carlitos todas
sus apreciaciones genéricas, comunes al
conjunto Reporteril, que nadie antes de Carlitos había aterrizado en letras,
mucho menos en un libro, tan valioso, tan rememorativo, y al que no hubo
necesidad de ponerle ningún nombre de ningún protagonista, pues la crónica
hecha por Carlitos es tan general, tan amplia, tan extensiva a todo el
Reportereado de Juárez y de Chihuahua y de todo el Mundo, muy bien se lo dijo
don Aurelio Páez Chavira cuando Carlitos inquiría si debía el libro llevar una
dedicatoria específica: «No la necesita, pues podemos ser cualquiera de
nosotros».
Chihuahua, marzo
de 2015.
*Premio Nacional
de Periodismo 1973
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