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viernes, 9 de octubre de 2015

Crónica


Lección jurídica a Mazpulez Pérez…

*El Ejecutivo de la Nación a mi cargo», decía Lázaro Cárdenas sin creerse, jamás, que era el solo el gobierno Federa*Algunos diputados federales sí creen que Peña Nieto es el Gobierno porque es supina su ignorancia, su servilismo es extremo *A Forth Hanckock llegaban los impresos de divulgación oficial pues el Valle de Juárez no tenía correo, caminos, solo un teléfono *«Al otro lado»» se adquirían víveres, insumos, herramientas y hasta el petróleo blanco que no pestaba para los quinqués del alumbrado

Por Jesús González Raizola*

            Nuca supe porqué razón le llegaban a mi padre, a su nombre, muchos periódicos, folletos, carteles, libros de divulgación oficial del gobierno federal en tiempos de los presidentes Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho.
            Los recibía en «el cajón» (así decía mi padre) número 22, que allá en Forth Hanckock era el P. O. Box 22, que estaba dentro del local de la estación de los ferrocarriles Texas Pacific y Southern Pacific, que corrían y lo hacen aún, por la misma vía férrea, paralela a la cual que data de 1879, construyeron, cien años después, una carreterota de las que los gringos denominan «free ways».
            Yo iba con mi padre cuando era un mocoso de cuatro o cinco años, los sábados, único día semanal que abrían el puente internacional entonces, pues ahora, desde los sesentas los abren a diario las 24 horas, y al ir al «cajón» postal, le ayudaba    con los periódicos que venían enrollados, como El Machete, El Nacional y hasta El Continental de El Paso, amén de libros y hasta los «almanaques» de la Lotería Nacional que traían fotos muy logradas de los sitios turísticos de interés en aquellos tiempos: Ensenada en Baja California y Acapulco  en Guerrero.
            Mi madre, que apenas leía y deletreaba, me enseñó a mí a leer y escribir, a su manera, a como Dios le dio a entender: la m y la a es ma, la l y la a es la. Y así. Pero mi hermano Manuel, el mayor de la familia, quien con noventa y tantos años de edad vive felizmente en El Paso, Texas, él, Manuel, agarrándome la mano con el lápiz, pacientemente me enseñó a escribir.  Por eso cuando fui a primero de primaria en la escuelita unitaria del profesor Antonio Luna Soto, yo ya sabía leer y escribir.
            Por eso los periódicos que recibía mi padre me atraían, los leía con avidez aunque muchas veces no los entendía y allí entraba mi padre o mi hermano Manuel a «traducirme» lo que, lógicamente en un mocoso, no podía saber lo que significaba, pero los leía y leía y preguntaba lo que no entendía.
            Era común que me encontraba con aquellos inicios de parrafadas que decían: «El Ejecutivo de la Nación a mi cargo…» o simplemente «El Ejecutivo de mi cargo… que mis explicadores me traducían: el presidente Cárdenas que se dirige al pueblo y lo hace así para ser sencillo pues decir Yo el Presidente de la República lo considera él muy pedante. «Es hombre sencillo, del pueblo, como cualquiera de nosotros», me puntualizaba mi padre.
            Se me grababan hasta la fecha, cómo empezaban algunos de los escritos que de chiquillo leía en los periódicos a que me refiero. Por ejemplo:
            «El Ejecutivo de mi cargo tuvo a bien someter a la consideración de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, las siguientes iniciativas de Decreto para su análisis, estudio, discusión y aprobación en su caso…»
            ¿Por qué dice así, papá? ¿Qué no es él el que manda? ¿Qué no es el presidente de la republica el que manda sobre todos los mexicanos? ¿Por qué? Y la respuesta: No, no mijito. El presidente no manda. Es el Congreso de la Unión, diputados y senadores, el que manda el que manda porque son los que nos representan a nosotros, al pueblo, y el pueblo es el que manda. El presidente es una parte del gobierno. Las otras son los jueces y los diputados y senadores. Así, a su buen entender de simple ejidatario sin escuela, me aclaraba esas cuestiones mi padre.
            Esto lo escribo ahora en 2015, no precisamente como «memorias» de un viejito. Lo hago porque tiene relación estrecha, con lo que ahora se hace, de distintas maneras pero todas indebidas a mi juicio,  de que se creé que el presidente de la república es el gobierno, es el que manda, es la última palabra.
            Lo escribo porque oigo que los diputados federales dicen: «La Cámara envió al gobierno federal la propuesta para que el IVA en las fronteras…». Pero lo que quieren decir es: «La Cámara envió al Ejecutivo…». Porque «gobierno federal» son ellos mismos, en una tercera parte, pero lo dicen en la creencia (¡!) de que el gobierno federal es el presidente.
            Por su parte el actual Ejecutivo, también creé que él, Peña Nieto, es el gobierno, pues lo he oído decir: «El gobierno federal ordenó que se tome en cuenta la investigación de los enviados… en lugar de decir, El Ejecutivo a mi cargo  ha dispuesto… Porque es obvio que para decir eso, no tiene autorización expresa de los otros dos poderes. Y no es válido.
            Aquí viene, para varias sobre el mismo tema como decía Paco Malgesto, como anillo al dedo, el contenido de una amena conversación reciente con el jurisconsulto chihuahuense  don Jorge Mazpulez Pérez, quien hace dos tres semanas, muerto de risa, en su oficina de su propia Notaría Pública ubicada por la calle Quinta quea barca hasta la Morelos y la Allende en le centro histórico de la ciudad de Chihuahua, entre la plática alusiva a estos temas, me preguntó de repente:
            — ¿Quién creé usted Raizola que me dio la más pragmática, la más rotunda, la más realista lección jurídica sobre separación de poderes?
        —Pues sin duda alguno de sus maestros universitarios, ya que usted recibió cátedra de gigantescos  hombres de Leyes como Garibi Harper, como Alberto Rico, como Oscar Flores, pues tanto de esos, puesto que usted siempre ha estado entre jurisconsultos de alta jerarquía…
            —No, no señor. Está usted muy equivocado. Y ni se imagina quién me dio esa enorme lección jurídica sobre separación de poderes.
            —No licenciado Mazpulez; no me imagino quién; dígame quién.
            —El señor general de división Práxedes Giner Durán, siendo él gobernador constitucional del estado, y se lo voy a platicar en detalle.
            Y lo que sigue es casi textual de lo que me dijo Mazpulez:
            —Me estrenaba yo como el primer Defensor de oficio en Materia Civil. Me cayó un asunto en que se involucraba a un hijo del general Giner.
            «Creí pertinente ir a comentarlo con el gobernador, en afán de quedar bien con él, que me conocía de antes, que me trataba con confianza.
            «Acudí a Palacio, con el expediente del caso en mi mano. Pedí ser recibido y pasé sin mayor problema a la oficina del gobernador.
           «Se levantó, rodeó el escritorio y vino a mi encuentro con un saludo de mano y golpecitos afectuosos en la espalda y me dijo siéntese chaparrito.
            «¿Qué anda haciendo por aquí chaparrito?, me preguntó amable.
            «Le expliqué en detalle, el asunto en que estaba involucrado uno de sus hijos, escuchándome con mucha atención.
            «¿Yo que soy chaparrito. A cuál poder del gobierno pertenezco?, me preguntó.
            «Usted es el gobernador del estado. Usted es el titular del Poder Ejecutivo. El Poder Ejecutivo es unipersonal. Usted lo ejerce porque constitucionalmente así está establecido
            «Volvió a preguntarme:
            «Y usted chaparrito, como defensor de ofico en lo civil, a cuál poder del gobierno pertenece?... le dije: al Poder Judicial señor.
            «Y, otra pregunta:
            «Chaparrito: y el asunto ese de mi hijo ¿en cuál poder del gobierno debe tratarse?
            «Le conteste: en el Poder Judicial, señor gobernador.
            «Levantándose de su escritorio y sonriente, me hizo la preguntan final de aquel momento:
        «Entonces chaparrito, en ese asunto de mi hijo yo no tengo absolutamente nada que ver, ¿verdad?
            «Se encaminó hacia la puerta, llevándome tomado del brazo y me dijo que cuando quisiera fuera a tomar un café con él a esa oficina.
            «Pero yo, muerto de vergüenza, apenas percibí sus últimas palabras y salí deseando que me tragara la tierra.
            «Un militar, Un general de división acababa de darme la más grande lección sobre separación de poderes que yo jamás había recibido en mi vida ni de estudiante ni de profesional del Derecho».
            *Premio Nacional de Periodismo 1973.
Chihuahua, Chih., septiembre de 2015.

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