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martes, 5 de mayo de 2009

Escenarios políticos

El Pronaf, la ciudad
que pudimos ser



* La letal Lintel o la depredación
* “Recomponiendo el tejido social”

Por Antonio Pinedo

El pasado 22 de abril en la Ciudad de México, la Academia Nacional de Arquitectura y el Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México, entregaron un reconocimiento a la trayectoria profesional de Pedro Ramírez Vázquez. Quien se encuentra ligado a nuestra ciudad por lo que fue, y resta aún del complejo de bellos edificios del Programa Nacional Fronterizo (PRONAF).
Todavía quedan restos que pueden ser conservados de lo que fue el PRONAF, antes de que la avaricia de «Los filósofos del notariado y la construcción», dieran al traste con el programa que buscaba dar un perfil moderno a nuestra ciudad y que llegó a ser icono y motivo de orgullo y de pertenencia para las fronterizos durante más de dos décadas.
En alguna ocasión escuché a Willy Delgadillo, hablar del PRONAF, como un ejemplo de la ciudad que pudimos ser. Quienes tienen edad suficiente para recordar y quienes no la tenga busquen alguna vieja postal de principios de los noventas y podrán ver el bello conjunto arquitectónico que había sido concebido como la bella puerta de México, la imagen que nuestro país quería proyectar al mundo.

La letal Lintel
La destrucción del PRONAF y los atentados que aún se siguen cometiendo contra lo poco que resta del mismo, son sólo la muestra del poco cariño que tiene a nuestra ciudad, una serie de personajes que gracias a las oportunidades que esta ciudad les ofreció, se enriquecieron en ella. Ahora viajan por el mundo o se avecindaron en lugares más agradables, como San Diego, California, y sólo vienen a la frontera, para ver el estado de sus negocios, sin importarles que estén rodeados de la miseria y el abandono.
También son los vaivenes de la política. Luego que José Reyes Estrada, siendo alcalde de la ciudad rescatara para el patrimonio de la misma el PRONAF, que el irresponsable del presidente José López Portillo, entregó a una compañía de vizcaínos, llamada «Nervión»; el PRONAF fue usado como moneda de cambio, como un premio de Fernando Reyes Baeza, a los hermanos Barrio Terrazas, por calmarle sus borlotes, luego del arrebatón de 1986.
Calmar a los panistas… fue fácil, el alcalde Jesús Macías, gobernaba de cara al gobernador, sin importar los intereses de la ciudad, a una orden del Ejecutivo estatal, los terrenos del PRONAF, fueron puestos en venta y los grandes beneficiaros fueron Federico Barrio Terrazas y sus socios, entre los que cabe destacar, por la notoriedad política posterior, a Eduardo Romero Ramos. Estos dos personajes entre otros más, vieron en la bella obra de Ramírez Vázquez, y en los edificios de autor de Mario Pani, uno de los grandes arquitectos del mundo en el siglo XX, materia desechable, sin valor, demostrando con ello dos cosas básicamente: su desamor por Juárez, una ciudad para ser saqueada y abandonada, como lo hacían los piratas y su ignorancia e indiferencia ante la belleza.
«Los filósofos de notariado y la construcción», no repararon en la belleza única y gran construcción del Museo de Arte e Historia, ni de la Sala de Convenciones del INBA, misma que intentaron derribar, primero abiertamente y luego tratando de socavar sus cimientos. Esto último fue en vano porque la construcción del laureado Ramírez Vázquez y la proyección de Pani, era para sobrevivir siglos.

Más premios
Baeza Meléndez, hizo más en sus esfuerzos por «restablecer el tejido social», luego de la «dolorosa» campaña de 1986, entregó contratos a granel a la empresa de Federico Terrazas, Lintel, por ejemplo, la construcción de varias centrales camioneras, en fin, todo por la paz social.
Ahora la zona aún conocida como El PRONAF, es lo más parecido a un lugar bombardeado, por dondequiera se ve destrucción abandono, fincas a medio construir, un hotel derruido, en fin, de ser la parte más bella y armónica de la ciudad, pasó a ser uno de los lugares más abandonados y feos de la misma, con poco o nulo respeto para los dos edificios de Pani y Ramírez Vázquez.
Ni hablar del atentado que diariamente avanza en detrimento de lo que fue el bello edificio del Centro Artesanal, que ahora se ha convertido en un batidillo, en el que los rentistas de espacios, ponen bares y modifican fachadas, sin el menor orden, sentido común y de la estética.
Urge un poco de amor por Juárez, pero algo que vaya más allá del «slogan», que se convierta en política de gobierno, en medida administrativa para acabar con los atentados, contra este Beirut norteño.


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