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miércoles, 11 de noviembre de 2009

El libro de los bichos
Por José Manuel García-García

(Agustín García Delgado, Breve animación. (Ciudad Juárez: Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Colección relámpago en el pantano editores, 2005. Segunda edición 2007).

(El hábito no hace al franciscano)

En Yo es sólo un hombre que se aleja, García inicia su tema recurrente: yo y el entorno insuperable que es mi destino. Tal pareciera que el signo temático de García es el de minimizarse ante su circunstancia: Yo humilde ante esa maravilla que es el mundo.
En este sentido García es un poeta cristiano sin cristo. Un franciscano sin más orden de pertenencia que la ironía socrática: hay que leer sus declaraciones de humildad como juegos literarios.
Completemos la anterior idea: el interés que despierta Breve animación radica en ese emotivo muestrario de curiosidades zoológicas que un hermano socrático nos regala.
Pero por encima de los juegos literarios está la visión del poeta, su esencia. Eso es lo que a mí me importa.

(Y “hay, en todo hombre que se aprecie, una historia de chinches”)

…Y García es un hombre apreciable, por eso inicia su relación con el más humilde de los bichos: la chinche.
Primer bicho en la fila de la pobreza, grotesco habitante de camastros: “Recuerdo mi pulgar invertido sobre existencias pletóricas / de vida roja que salpicaban al estallido de su muerte”; dice el poeta: “revolvíanse pequeñas bestias alimentadas de mi comezón; / gordas chinches en los pliegues de Agustín el flaco”.
La pobreza es un recuerdo infestado. Y es un sobre-acopio de soberbia para decir con humilde orgullo: “Mi cama guardaba rastros de suciedad y huevecillos, / bultos de fervorosa animación”.
Estamos ante un Canto General de zoología proletaria.
Gracias hermana chinche, vanguardia de la cuna pobre.
Sabia es poner los ojos en la íntima nostalgia intra-histórica.


(Las elegantes cucarachas)

El siguiente bicho (en mi enumeración), es el de la elegante cucaracha. Esa dorada forma que se escurre por las paredes y los pisos de una casa que (dice y repite García), a él no le pertenece: “Se que mi casa no es mía… // Tampoco soy dueño del amor en cuatro paredes / y aun así me aman (como a ellas yo) / las cucarachas que anidan bajo el bóiler / y más abajo, en agua tibia, / nutricia, del desagüe”.
Pero las amorosas cucarachas huyen rencorosas ante la insinuación de la luz. Sirven sólo para reafirmar una resignada soledad: “Sé que mi casa ni el amor son míos: / no importa”.
Las breves sombras huyen. No quieren saber nada del impulsivo amor literario del hermano García.
Risueña soledad la del poeta enamorado que incluye en el salón de sus alegorías a la excluida cucaracha.


(Atrapar a la rata)

El ratón, personaje de los cuentos de niños.
Es en Breve animación un personaje traicionado que al caer en la ratonera interroga sorprendido: “¿Por qué, si era un juego de amigos? / ¿Por qué, si eran sólo escondidas?”
Este poema recuerda aquel cuento de José Revueltas titulado “El sino del escorpión”. En ese relato el alacrán sale de su escondite al oír voces que lo nombran: “¿Para qué llamarnos malditos, ni eso de ya no trajiste el gasto otra vez, ni aquello de andas con otro, ni lo absurdamente final de te quiero como a nadie en el mundo, si todo era para matarnos, si todo era para no dejarnos ser testigos de lo que amamos con toda el alma y que a lo mejor es el hombre?”
O aquel texto en el que José Emilio Pacheco escribe la queja de los cerdos: pobres animales que además de sacrificarlos los llamamos cerdos, cochinos, puercos.
La Orden de los poetas franciscanos tiene su probable origen en la enseñanza de san Darío modernista, abogado del hermano lobo.


(El niño mirando el vuelo detenido de una libélula)

Sigue el bicho de la nostalgia: el “caballito del diablo”: “con tus alas de piel de cebolla; / tenue color de suspiro”.
Animalito que vuela sobre los estanques como un breve helicóptero frágil.
Y la libélula azul, más pequeña, señorita callada, entretenida entre el estanque y las ramas que mueven la brisa: así “se sostiene en el cristal rompedizo / y azul”.
Y nuestra memoria de niños que vivían junto a un río bravo generoso en la época de tormentas: inundaciones que creaban efímeros micro eco-sistemas, colmados siempre de vidas sorprendentes.

(Un abominable ser)

Luego viene la terrible víbora. Esa que García imagina una abominable mutación humana: “Es la serpiente un músculo solo y una sola masa de poder torcido, como un hombre que hubiese perdido sus miembros e hiciera de su boca manos, de su vientre piernas para sortear la roca y el espino”.
Pobre víbora, dice el franciscano García: “tan grande es tu desgracia, / que yo no tengo un verso para tal espanto”.
Tolerancia hacia esa abominación que se arrastra. Aunque sus fauces nos busquen con “frustración vengativa” para matarnos.

(Amantes que matan)

Dos bichos extraños: la viuda negra y la mantis religiosa.
De la viuda negra dice (con socrática sonrisa) el hermano poeta: no tengo palabras ni “un poema digno de la telaraña. Ni la elegancia de tu cuerpo negro-acero”. “La tela de araña es metáfora imposible que no alcanza ningún verso”.
Con la emoción de la omisión cumplida, el poeta celebra la memorable imagen de esa araña: seductora y terrible.

De la mantis religiosa, el poeta vuelve a afirmar su silencio admirado: “En el acto de comer y de matar culminaría su fiesta del amor. Para esto tampoco encuentro musa que me acepte guiar, y digo sólo cuanto baste para mostrar cuánto no digo”.
(En este verso queda atrapada la esencia irónica de Agustín García Delgado).
Ah, hermano poeta, tan humilde y falto de palabras nos muestra en exceso su capacidad barroca para decir lo decible que finge no haber dicho.

(Para leer como tú el mundo)

La poesía de Agustín García anima a ver una particular propuesta de mundo (leer a un poeta es intentar ver a través de sus palabras la vida, su idea de la vida).
No es el virtuosismo literario el que uno busca en este poeta, ni es el malabarismo hermético mal entendido como poema: es la claridad y la palabra precisa que invitan a entender con diferente emoción el mundo que nos rodea: admirable claridad de la nostalgia para decir hermano bicho, hermano objeto, hermano hombre.
Humilde enamorado en una casa que (dice) no le pertenece, pero que es más suya por ser más habitante que otros poetas.

Octubre, 2009 / http://guardamemorias.blogspot.com/

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