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viernes, 13 de agosto de 2010
Replantear «la guerra»... Tres años tarde y luego de 28 mil muertos invita a dialogar
Por Rodrigo Borja
Felipe Calderón aclara: «el verdadero enemigo son los criminales no el gobierno», pertinente la aclaración, aun cuando no sea convincente. El presidente de la República quien se lanzó a una cruzada contra el narcotráfico —problema global— a inicio de su administración, abrió la primer semana de agosto una serie de reuniones que llamó «Diálogos por la seguridad».
Lo relevante de la primera jornada a la que se invitó a académicos, empresarios y organizaciones civiles, fue que finalmente el presidente mexicano aceptó abrir un debate nacional sobre la pertinencia de legalizar algunas drogas como parte de la estrategia en contra del crimen organizado, aunque últimamente se empeña en llamarlo «lucha para la seguridad de todos».
En su discurso final Calderón, dijo: «los argumentos de uno y de otro lado son fundamentales. Por una parte, hay quienes alegan que la legalización implicaría un aumento enorme de consumo en varias generaciones de mexicanos, en parte por el efecto económico mismo de la disminución de precio y la disponibilidad, así como por la idea que se genera de que es aceptable y socialmente bueno, y hasta medicinal, digamos, el uso, lo cual culturalmente tiene una incidencia importante».
La actitud presidencial no es propicia a la legalización de las drogas, simplemente aceptó que se abriera un debate al respecto, pero es pertinente mencionar que desde el inicio de su administración se libra una lucha para evitar el trasiego de droga hacia los Estados Unidos, que según cifras del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN), ya costó la vida de 28 mil mexicanos, una cifra similar de viudas y alrededor de 50 mil huérfanos.
El contraste en EU
Paradójicamente al celo de Calderón, por evitar el paso de droga a los Estados Unidos están datos tan conocidos como que en catorce entidades del vecino país es permitida la mariguana como producto medicinal: Alaska, California, Colorado, Hawaii, Illinois, Maine, Michigan, Montana, Nevada, Rhode Island, Vermont y Washington.
Hace sólo unos cuantos días el cabildo de la ciudad de Oakland, conurbada a San Francisco en California, aprobó por cinco votos contra dos y una abstención, la producción industrial de mariguana y su comercialización. La mariguana se convertirá en un producto que se industrializará, se cultivará, procesará y empaquetará la cannabis para su comercialización y se prevé, una gran cantidad de nuevos empleos.
Actualmente en México, la mariguana se consigue sin ningún problema por quien se habituó a su uso, ya que sólo en Ciudad Juárez, se habla de mínimo mil establecimientos en donde clandestinamente se expende, se les llama coloquialmente «tienditas» y el suponer que no está al alcance de nuestro niños es una ilusión, abundan los testimonios de que en las escuelas de todo el país vendedores clandestinos se acercan a ofrecer su producto, con la complacencia de las policías, no sólo las municipales, sino las que tienen competencia en su combate: las federales.
Con la apertura del debate el mexicano Jorge Montaño, integrante de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de la Organización de las Naciones Unidas, se pronunció en contra de su legalización, porque dijo está comprobado que en donde se ha legalizado no se inhibe su consumo, lo cual es de tomarse en cuenta y ver el problema de los adictos como un asunto de salud pública, de hecho es ilusorio que la legalización pueda inhibir el consumo, lo más probable es que quien hoy la obtiene en la semiclandestinidad lo haga mediante receta médica o abiertamente en cafés, como se realiza actualmente en la ciudad de Seattle, Washington.
Lo que está claro es que Calderón Hinojosa al parecer quiere salir lo más airosamente posible de la explosiva situación creada por la «guerra» decretada el 11 de diciembre de 2006 y trata de involucrar a toda la sociedad, ahora dice, no sin cierta dosis de cinismo que el crimen está organizado y la sociedad no lo puede enfrentar porque es una sociedad desorganizada. Se supone que quien debe combatir la inseguridad es el Estado y más concretamente el gobierno y debería estar organizado para esa tarea.
Recapitulando, los «Diálogos por la seguridad» llegan más de tres años tarde, pero peor sería que no se estuviera ni siquiera discutiendo sobre la crisis nacional creada por Felipe Calderón desde el inicio de su gobierno, que ahora, con los diálogos mencionados, y comprando la idea del intelectual orgánico Héctor Aguilar Camín, sostiene que el problema es de percepción, porque el gobierno no ha sabido comunicar que es lo que está haciendo en esta lucha contra el crimen organizado, mejor dicho, y también en su línea de cambio de discurso, en la lucha de la seguridad para todos.
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