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viernes, 16 de octubre de 2009

Guardamemorias

Fragmentos de Las Tomas de Ciudad Juárez

José Manuel García


-Prólogo-

El 5 de febrero de 1911, el dirigente Abraham González confía a Pascual Orozco (su brazo armado) la toma de Ciudad Juárez. Pascual reúne 500 hombres; se aproxima a la ciudad deseada, pero el enemigo lo espera con refuerzos de soldados y de armas...

Lo que sigue fue tomado del libro de T.F. Serrano, Episodios de la revolución en México. (El Paso, Texas: Modern Printing, Calle Texas 315; año 1911).

Hemos escogido sólo aquellos fragmentos dedicados al fallido ataque de Pascual Orozco a Ciudad Juárez en febrero de 1991.

La perspectiva de Serrano, debemos decirlo, es la de un periodista orozquista que escribe del lado de El Paso, Texas.

I

El “verdadero jefe del ejército insurgente, Pascual Orozco”, se encontraba entre Moctezuma y Samalayuca, “necesitaba usar aquellos trenes para transportar a su gente, como al efecto lo hizo en 28 carros y venir sobre Ciudad Juárez en cuyos alrededores tenía que ver si se le entregaba la plaza, o la tomaba él a viva fuerza”.

Para eso, dice, Serrano, “le sobra coraje, corazón y táctica”.

II

Serrano, reportero de la revolución, en un tono que documenta el presente inmediato, escribe: “Son las nueve de la mañana del jueves cuando escribimos y el ejército insurgente se halla a unas cuantas millas de Ciudad Juárez ¿Qué esperan? ¿Entregarán la plaza sin que haya derramamiento de sangre?

…Después lo veremos para comunicarlo a los lectores”.

III

El reportaje también es denuncia: “alguien nos refiere que han colocado minas de dinamita al sureste de la ciudad, en la aduana y en otros lugares con aviesas intenciones”. Y promesa: “buscamos el origen, indagamos todo y descubrimos lo que hay de cierto unas veces, y lo más aproximado a la verdad otras”.

IV

Otras, Serrano sólo reproduce las versiones oficiales de la guerra: “Uno de los números “extra” que tenemos delante de la vista nos dicen que ayer miércoles en la tarde salieron 100 federales al mando del coronel Pueblito rumbo al sur. Y regresaron hoy jueves a las nueve de la mañana diciendo que habían volado con dinamita un tren en el que venían los insurgentes; que murieron 50 de estos; que se volcó la máquina y los carros se mostraron unos encima de otros y que los insurgentes les disparaban haciéndoles tres muertos y unos cuantos heridos”.

V

Otra versión del ataque al tren orozquista: “Desde Samalayuca donde se encuentra el ejército insurgente, mandó el general en jefe Orozco a un destacamento de 75 hombres para ver cómo estaban los puentes que habían de aproximarse a la hora del sitio, los víveres y municiones de boca y guerra. El tren caminaba con lentitud majestuosa, cubriéndose de un penacho de humo y serpeando por las paralelas barras de acero como gigante que se mueve con dificultad, como una masa informe que se desliza con estridente ruido por los rieles. De repente, observó el maquinista, con ese ojo avizor que tiene acostumbrado a esquivar el peligro constante, que había algún obstáculo en la vía. En efecto, paró el tren, se apearon los expedicionarios insurgentes, examinaba los rieles cuando se dejó oír una formidable descarga que como lluvia caía sobre ellos silbando las balas en derredor de sus cabezas”.

VI

Ocurre el enfrentamiento: “Los federales disparaban sobre seguro y a mansalva: una de las balas federales se incrustó en una de las cajas de dinamita que llevaban los insurgentes para destruir puentes del ferrocarril y cortar las comunicaciones, e hizo explosión volando el carro en pequeños fragmentos. El estruendo fue formidable; la escena se desarrollaba en la oscuridad era sangrienta.

Los caballos de los federales se espantaron y arrojaron al suelo a los jinetes que emprendieron veloz carrera llegando algunos a Ciudad Juárez y otros hasta El Paso.

De los 100 federales que habían salido solamente regresaron a la plaza 60; de los insurgentes murieron cinco”.

VII

La guerra de nervios se refleja en la prensa y la reproduce Serrano: “A pesar de la alarma que cundió todo el día del jueves creyendo que Pascual Orozco atacaría a la ciudad a la ciudad a media tarde, no obstante las exageradas noticias periodísticas asegurando que ya se divisaban los revolucionarios en las lomas que circundan a Ciudad Juárez, no hubo nada y ha pasado en calma relativa, toda la noche del jueves”.

VIII

La espera se prolonga: “Se esperaba el ataque a Ciudad Juárez desde ayer en la tarde, y como a las cinco nos dirigimos a los puentes internacionales para ver qué noticias recogíamos. Nada nuevo sobre lo que sabemos”

IX

Pero hay que reportar algo, por ejemplo: “Soldados del ejército americano haciendo guardia; multitud de gente a todo lo largo del río en el lado de acá y en la entrada de los puentes. Ciudad Juárez visto desde este lado presenta el aspecto de un cementerio. Todo solo: todos los comercios cerrados, la gente viniéndose a El Paso donde están llenos los hoteles. Familias y empleados emigran como el administrador de Correos y otros empleados que desde el miércoles están de este lado. Encima de la iglesia de Ciudad Juárez se divisa un grupo que debe ser de soldados. Más allá de la ciudad, rumbo al sur, otro grupo se descubre –se nos antojan federales- custodiando algunas piezas de artillería.

Al lado del puente que hay por la calle Stanton (en El Paso), están comiendo alfalfa tranquilamente ocho caballos de los federales mexicanos de los que vinieron huyendo en la mañana.”

X

Lo que divisa e inventa Serrano desde El Paso: “muchos sacos de arena están subiendo a las azoteas que ya no aguantan tanto peso y es probable que se hundan sepultando a los que hay arriba. Nos dijo ayer una viejita que esa arena es para cegar a los revolucionarios, que se la quieren tirar a los ojos y que eso no está bueno, y que como ella es maderista venía a avisármelo echando viaje desde Ciudad Juárez”.

-Epílogo-

Como sabemos, Orozco no pudo aproximarse a Ciudad Juárez porque supo que los federales habían obtenido refuerzos. La toma de la ciudad tuvo que hacerse dos meses después. Sí, la gloria guerrera le hubiera correspondido sólo a él, a Orozco. Pero en mayo tuvo que compartirla con su subalterno Villa y con los soldados extranjeros que rodeaban a Madero.

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