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martes, 20 de marzo de 2012
20 preguntas a Carlos Ávalos
El cartero de Liz y Richard Burton
Por Luis Villagrana
Carlos Ávalos Chaires, ex empleado de Correos Mexicanos, conversa por la vida azarosa que debía pasar un trabajador de gobierno antes de obtener una plaza fija de trabajo, pero también de los años en que ser burócrata era motivo de orgullo, además de «la gran cosa» si se tenía la primaria en un país en el que prevalecía la baja escolaridad en los años cincuentas y sesentas.
1.
—¿Cuáles es tu origen?
—Me llamo Carlos Ávalos Chaires, nacido en Zacatecas, criado en Aguascalientes e hijo adoptivo de Ciudad Juárez.
2.
—Además le diste la vuelta a toda la república. ¿Cómo fue que de Zacatecas pasaste a Aguascalientes?
—Mis padres son de ahí, en ese estado se casaron y yo ahí nací. Después mis padres se fueron al estado de Aguascalientes buscando trabajo. Ahí hice mi educación primaria, luego empecé a trabajar en pequeños trabajitos, pero yo tenía la ilusión de estar en un trabajo de gobierno. Con esa idea fui creciendo.
3.
—¿Cuántos años tenías?
—Unos doce años.
4.
—¿Cómo nació esa idea de ser burócrata?
—Tenía un amigo vecino en Aguascalientes que su papá era trabajador de gobierno y yo los veía muy bien. Veía salir a su papá muy contento al trabajo, mientras que nosotros pasábamos algunos apuros, entonces pensé que ese era uno de los mejores trabajos.
5.
—Pero si el trabajo burócrata es uno de los más desprestigiados a los ojos de las personas ¿cómo era en aquel tiempo?
—Antes era un gran orgullo ser trabajador de gobierno. Antes, si tú tenías certificado de primaria, era de cuenta que tenías universidad. Hablamos de los años cincuentas y sesentas. Al tener la primaria, en aquellos años, quería decir que eras una de las personas con escolaridad más alta, porque había un nivel de analfabetismo muy grande. Con ese papel te aceptaban en cualquier trabajo, incluso en el gobierno federal.
6.
—¿Así fuiste a dar a la Ciudad de México con esa idea?
—Sí. Un día me fui a México yo solo, con 13 años, sin conocer, sin permiso y sin un cinco en la bolsa. Al llegar, los primeros días me quedaba en la estación del tren, después en algunos jardines de la ciudad. Por ese rumbo empecé a preguntar dónde quedaba la Secretaría de Comunicaciones, porque tenía yo la idea de trabajar en el mismo sitio donde trabajaban el papá de mi amigo.
7.
—¿Y diste con la dependencia?
—Una señora me orientó. Me dijo que quedaba en la avenida Universidad y Xola, que era donde estaba la secretaría en aquel tiempo. Me fui en trolebús. Era un edificio inmenso, con muchas puertas de entrada, incluso ahí estaba también Tele Sistema Mexicano, lo que ahora sería Televisa. Al llegar pregunté a un guardia que dónde se solicitaba empleo, éste me dijo que qué empleo quería: Policía Federal, de Caminos, Telégrafos o Correos. Yo le contesté que lo que fuera.
8.
—¿Te abrieron rápido las puertas?
—Ese día ahí estuve cuatro horas sentado viendo entrar y salir a la gente de un despacho, pero a mí nadie me dijo nada. Ese día no hubo nada. Después me dijeron que regresara otro día porque el jefe se encontraba muy ocupado.
9.
—¿A dónde te regresaste?
—Me fui a dormir a una terminal de camiones. En aquel tiempo no había estación central, eran puras terminales. Entonces decidía irme a lo más cercano, que era una terminal de los Ómnibus de México, porque ir hasta Buena Vista, donde estaba la estación del tren, me quedaba muy lejos. Ahí se quedaba mucha gente a dormir, pero como a las dos de la mañana nos echaban afuera a todos para hacer la talacha, después de que terminaban regresábamos a dormir.
10.
—¿Cuántas veces regresaste a la dependencia?
—Día tras día volví. Así me la pasé como dos semanas, a calentar el asiento en esa misma oficina, que además no sabía cuál era, de qué se encargaban ahí. Me cansé de esperar y me fui a otra oficina, así fui a dar a la Dirección General de Correos. Finalmente ahí si me recibieron. El director me preguntó por mi procedencia. Se dio cuenta que dormía en una terminal de camiones, que venía solo y que mi papá había fallecido.
11.
—¿Te dio el trabajo en ese momento?
—No, me dijo que saliera de la oficina, que lo esperara porque tenía que resolver otros asuntos. Me estuve cerca de la puerta sentado en una banca, ahí esperé cuatro horas. Ya en la tarde, como a las cinco, me pasó a su despacho. En ese momento habló a varios estados de la república para ver si había plazas. Habló a Guaymas, Sonora, ahí le dijeron que no había espacios de trabajo disponibles, luego Miguel Alemán, Tamaulipas, ahí si había, entonces me preguntó: ¿se quiere ir para allá? Y yo le contesté: dónde caiga es bueno. Así empecé a trabajar como cartero en esa ciudad, como seis meses.
12.
—¿Y después de esos seis meses?
—Me cambié a Nogales, Sonora, ahí duré un año y medio, pero no agarraba la base, por eso me movía de estado, en busca de la base de trabajo.
13.
—¿Qué tareas hacías?
—En Correos de todo. En ocasiones acudía al ferrocarril a descargar la correspondencia que venía en valijas, otras repartiendo cartas, otras en la selección de la correspondencia en las oficinas.
14.
—¿Y tu mamá?
—Mi mamá y mis cuatro hermanos se quedaron en Aguascalientes, yo era el mayor. Primero se enojaron conmigo, no me hablaban, pero después empecé a mandarles dinero y todo se compuso.
15.
—¿De Nogales a dónde fuiste?
—Después me mandaron a Pitiquito, Sonora.
16.
—¿A dónde?
—A Pitiquito, una población pequeña que queda cerca del desierto de Altar, Sonora, por donde se van todos los indocumentados. Ahí me dedique sólo a la transportación de la correspondencia.
17.
—¿Y de ahí?
—A Uruapan, Michoacán. Ahí me comisionaron a Telégrafos, a colocar cableado en los postes. Todavía no caía la plaza, así duré cinco años, buscando la estabilidad que necesitaba.
18.
—¿Después qué?
—Llegué a Puerto Vallarta, ahí llegué en el 68. En aquel tiempo no había pavimento, puras calles empedradas. Al reintegrarme a Correos me volví cartero en esa ciudad, así fui a dar a la casa de la actriz Taylor, en el centro de Puerto Vallarta.
19.
—¿Qué tipo de correspondencia recibía?
—Muchas revistas, de todo el mundo, de Europa, de Arabia y de bancos gringos.
20.
—¿Así que fuiste el cartero de Liz Taylor?
—Sí, pero también su mesero para las fiestas que hacía junto con Richard Burton, que vivía enfrente, pero ambas casas se comunicaban con un puente techado a través de la segunda planta de sus mansiones. Así fue, finalmente conseguí la plaza y ahí quedé hasta la vejez, hasta jubilarme.
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