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martes, 20 de marzo de 2012

Historia regional

Kingo Nonaka y sus andanzas por el norte
(tercera y última parte)
Después de esto el Sr. Madero se ocupó de todos los asuntos importantes, hasta la renuncia de Porfirio Díaz como presidente de la República, el nombramiento de Francisco León de la Barra como presidente interino, el acuerdo para un nuevo armisticio. El Sr. Madero asumió la presidencia de la República, el general Francisco Villa cayó prisionero en la Prisión de Santiago Tlatelolco, después Villa escapó de la prisión, la decena trágica, se creó la famosa División del Norte, sus batallas, sus triunfos, Yo participé en 12 batallas porque fue Jefe de Sanidad del batallón de Caballería de la División del Norte.
El Lic. Sergio González Gálvez, doctor Honoris Causa de la Universidad de Nuevo León, diplomático de Carrera, embajador emérito del Servicio Exterior Mexicano, Subsecretario de Relaciones Exteriores en dos administraciones gubernamentales, embajador de México en Japón y otros cargos muy importantes en la cancillería mexicana, escribe un artículo en la Revista Mexicana de Política Exterior, que edita la Secretaria de Relaciones Exteriores y que tituló Eventos históricos de la relación entre México y Japón donde menciona: “En 1910, se inicio el movimiento revolucionario mexicano bajo el liderazgo de Francisco I. Madero y por azares del destino un ciudadano japonés llamado Kingo Nonaka quien había aprendido enfermería en un hospital y adquirido su licencia para trabajar de enfermero, se encontró un día en la hacienda donde vivía, con Francisco I. Madero, quien estaba herido después de participar en una batalla cercana al lugar y lo curó de una lesión en el brazo, a partir de ahí Nonaka se convirtió en el médico militar del ejército revolucionario y en cierta forma abrió la relación con el personal de la delegación japonesa en México”
Fue a mediados del mes de Octubre de 1915. “Capitán Nonaka me dijo la secretaria, le llaman por teléfono de larga distancia”. Tomé la bocina y pregunté 
-¿bueno, con quien hablo? 
Me dijo: -Soy tu compadre Ricardo Nakamura, te llamo a nombre del General Manuel González, que vengas con mucha urgencia aquí a Nuevo Casas Grandes. 
-¿Qué es lo que pasa, le pregunté?, 
-No se únicamente me dijo que vinieras pronto y que el tren sale a las once, enseguida fui a la oficina administrativa para solicitar mi permiso para ausentarme unos días, me lo autorizaron, fui a la estación, tomé el tren, llegué a Nuevo Casas Grandes y ya me esperaba un mayor de nombre Jorge, le pregunté para que me mandaban llamar y me contesto: 
-Mi capitán Nonaka, te llamaron por el asunto del General Fierro.
 Le pregunté: -¿Qué fue lo que pasó?. En ese momento llegó el General Manuel González, bajó de su auto, nos saludamos y me dijo:
 -Te llamé capitán porque el General Fierro se mató hace dos días. 
-¿Cómo? 
-Si, se ahogó en la laguna y no podemos sacarlo, el cuñado del General ofrece dos mil pesos al que saque el cuerpo del General, ya le mandé avisar que ya habías llegado. Como a los diez minutos de estar esperando llegó una ordenanza que dirigía el general González y dijo: 
-Mi general dice el coronel que los está esperando en las lagunas. Inmediatamente abordamos el auto y nos dirigimos a dicho lugar. Llegamos a donde hay dos lagunas, una chica de forma redonda aproximadamente de unos doscientos cincuenta metros de largo y otra mas grande de forma alargada con unos seiscientos metros de largo, separadas por unos doscientos metros una de otra. Mientras contemplábamos la laguna llegó el coronel cuñado del General Fierro y el General González le dijo:
 -Te presento al capitán Kingo Nonaka, enfermero de Cd. Juárez, él te sacará del apuro, es muy buen buzo y el coronel me dijo:
 -Así lo espero, dime que necesitas para iniciar el trabajo de rescate. Le contesté: 
-Mi coronel primero permítame buscar donde encuentro el cuerpo del General Fierro. 
Me metí hasta el fondo de la laguna que tiene mas profundidad, a la altura de donde se supone que cayó el cuerpo del general, a donde llegaba el sobrante que venia la otra laguna, por un canal que tenia aproximadamente 5 metros de ancho, a la caída de la laguna se formaba un remolino y con ello, el agua estaba muy turbia, dificultaba la visión y era mas difícil el trabajo de rescate. En la parte media del canal no era muy profundo porque por ese lugar pasaban arrieros y leñadores con sus burros cargados y otros a caballo sin peligro, pero esta vez el General Fierro, su asistente y un capitán y éste fue el que vio el letrero que decía “se prohíbe pasar, peligro”. Les marcó el alto diciéndole al general lo que estaba escrito, a lo que el General  Fierro contestó 
–Que peligro ni que la ch…, y cruzó exactamente donde caía el agua de la otra laguna. En días anteriores habían caído varios aguaceros muy fuertes y el piso del canal en ese lugar estaba flojo y falso lo que ocasionó que jinete y cabalgadura se resbalaran y se hundieran hasta el fondo. Posiblemente lo pesado del corpulento cuerpo del general, mas el peso su ropa, botas, pistola, carrilleras, le impidieron salir a flote. 
Cinco días después localicé el cuerpo, pedí que se consiguiera una soga de más de 30 metros, cuando la trajeron les di instrucciones de que fueran soltándola poco a poco para que con el movimiento del agua no se fuera a enredar. Tomé la punta de la soga y nadé hasta el fondo donde estaba el cadáver del General Fierro, el cuerpo estaba casi boca arriba y con los ojos bien abiertos reflejando en ellos la desesperación de no poder salir a flote, le di dos vueltas con la soga a la altura del pecho y la entrepierna, para que no se soltara con los jalones. Salí a la superficie hice una señal para que con la ayuda de un caballo jalaran lentamente la soga con el fin de que no se fuera a soltar, faltando poco para que el cuerpo saliera completamente, el coronel cuñado del general corrió hasta donde estaba el cuerpo el general Fierro indicándome que parara la acción momentáneamente, el nivel del agua me daba un poco mas arriba de las rodillas, el coronel empezó a quitarle cuatro anillos con diamantes, unas cadenas de oro, reloj, dos víboras rajadas llenas de monedas de oro y me dijo
 -Ahora haga la señal para que jalen y saquen el cadáver, salió del agua, se montó en su caballo y se fue. Calculo que había como unas quinientas personas observando la escena del percance. Salí, me vestí y fui a ver al general 
-¿Alguien me va a pagar mi trabajo?, el general me contestó 
-El Coronel. El mismo me acompañó a buscar al coronel, al llegar nos dieron que ya se había marchado y no supimos mas de él y como no tenia dinero para el regreso, mi compadre Nakamura me prestó cien pesos, me fui con el general González para decirle que no tenía dinero para regresarme y me regaló ciento cincuenta pesos y así fue mi trabajo del rescate del cuerpo del General Rodolfo Fierro.
 En un artículo del 17 de abril del 2003, el Sr. Alejandro Contla Carmona, para la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos, llamado “Mercenarios Extranjeros en la Revolución Mexicana”, afirma también de la participación del capitán primero Jose kingo Nonaka en dicha contienda, y no estoy muy de acuerdo con el nombre que tiene el articulo porque dice “mercenarios” extranjeros de la revolución mexicana. A los mercenarios se les paga y a mi padre no le pagaron como mercenario.
A fines de marzo de 1916 cuando estaba trabajando el Hospital Jesús Carranza en Cd. Juárez, recibí un telegrama del General Francisco Villa donde me decía: 
-Lo espero mañana en la estación de Nuevo casas Grandes, traiga su equipo médico completo, no me faltes muchachito, y su firma. Al día siguiente tomé el tren, iba acompañado de mi esposa Petra García de Nonaka, que trabajaba como enfermera, llegando sin novedad a nuestro destino y ya nos estaba esperando el General Apolinar Rodríguez y este me dijo: -
Capitán Nonaka te espera mi General francisco Villa en San Buenaventura. Rápidamente salimos y llegamos a la placita, nos dirigimos a nuestra cita el General Villa, le dio gusto verme me abrazó, le presenté a mi esposa y me dijo: -Sabía que no me fallarías muchachito, te tengo un asunto muy delicado, tengo aquí en San Buenaventura 64 heridos, escondidos en un sótano de la iglesia. Debo decirles que físicamente no era un sótano de los que estamos acostumbrados a ver. Este estaba en la parte de atrás de la iglesia, con cierto desnivel del piso, muchos le llamaban sótano pero en realidad no era sótano, era un salón mediano. Ahí estaba los 64 heridos.
 -Los heridos están al cuidado del señor cura y ahora tu te harás cargo de ellos, el señor cura tiene bastante dinero para gastos, por favor cuando entren a la iglesia vistan como feligreses y no como enfermeros y cuando necesites dinero pídeselo al señor cura, el te dará lo que necesites, vamos a la iglesia para presentártelo. Llegamos los tres y nos presentó a los heridos y al señor cura. El señor cura me mostró una petaca donde guardaba el dinero, diez bolsas con mil pesos cada una, en monedas de oro, antes de terminar el general villa nos dijo:
 -Me voy porque los gringos me vienen siguiendo, vienen muchos, por favor no vayas a entregar los heridos a los americanos, el señor cura ya sabe todo, le expliqué lo mismo que a ti, confío en ti porque solo tu eres firme muchachito, hasta otra vista y se fue el General. Los americanos venían siguiendo al general Villa por lo del ataque a Columbus, N.M.
Nos quedamos con los 64 heridos curándolos noche y día, después de cuatro semanas,  como a las cuatro de la mañana llego el señor Pershing con su gente estableciendo su cuartel como a diez kilómetros de la plaza de san Buenaventura, como con dos mil elementos de tropa bien armados. Después de tres días de haber llegado las fuerzas americanas, no se porque razón, el señor cura les entregó todos los heridos y cual seria nuestra sorpresa cuando nos dirigimos a la iglesia al día siguiente a curar a los heridos y casi para llegar me dice mi señora, en la iglesia hay muchos carros de la cruz roja americana, nos acercamos y contamos mas de diez unidades, sacaron los heridos, el señor cura cerró el templo y huyó hacia los Estados Unidos con los diez mil pesos en monedas de oro. 
Mi señora y yo no vestimos como unos campesinos, con sombreros grandes, compramos unas cajas de dulces y cigarros de varias marcas para vender en las calles, nos acercamos poco a poco a donde estaban los americanos, íbamos pregonando nuestra mercancía con el fin de localizar a los heridos. Hicimos lo mismo por varios días sin éxito. Decidimos a buscar a una familia que vivía frente a la iglesia ofreciéndoles dulces y cigarros en venta, pero nos comentaron que no tenían dinero. Afuera de la casa de esta familia estaban unas niñas jugando, les regalamos dulces con la idea de hacer plática con la familia, enseguida nos ofrecieron que pasáramos y tomáramos asiento, ellos muy atentos nos ofrecieron café y nosotros dulces y cigarros. Sus nombres eran Juan Nieto y la Sra. Ana María Venegas, unos quince minutos después llegó un vecino de ellos y nos presentaron, se llamaba Jesús García y seguimos conversando cuando el señor Jesús le preguntó al señor Juan: 
-Escuchaste una fuerte balacera como a las dos de la mañana en días pasados?, el señor Juan le contestó:
 -Si como no, fueron varias horas de tiroteo, yo creí  que había llegado el General Villa para echar fuera a los gringos, no conformes con quitarnos nuestras tierras en Nuevo México y el Chaparral, en Texas, ahora creo que también quieren San Buenaventura. Enseguida nos presentamos mi señora y yo como enfermeros de la cruz roja revolucionaria y que por órdenes del General Villa vinimos a curar a 64 heridos de tropa que estaban fuertemente heridos, escondidos en el sótano de la iglesia y personalmente el general Villa le encargó al señor cura que por ningún motivo fuera a mover a los heridos: -
Solamente con ordenes mías o del doctor Nonaka,
-Por eso le dejo mucho dinero para que lo gaste como se necesite. 
–Me entendió señor cura? 
-Si señor, contestó del señor cura, si mi general, cumpliré con su encargo, no tenga pendiente, estarán tan seguros como la cruz que cargo en mi pecho y el dinero lo gastaremos cuidadosamente para que no se agote, lo espero a su regreso. Y le dio la bendición y el señor cura cerró el templo y huyó con el dinero. Lo hemos tratado de localizar pero nadie sabe de su paradero, yo creo huyó con los americanos o tal vez lo mataron. Gracias a esta conversación comprendimos que el señor cura entregó los heridos a los americanos y no habiendo mas nos regresamos a rendir nuestro informe. Esa fue también la última vez que vi al General Villa en persona.
En 1966 la Secretaria de la Defensa Nacional, llamó a Kingo Nonaka para darle a conocer que había sido reconocido como veterano de la Revolución Mexicana y le dieron el diploma al mérito revolucionario y dos medallas que corresponden, una al primer periodo correspondiente al Ejército Maderista y el segundo a la División del Norte. Se le reconoció como Legionario del Ejército Mexicano y le dieron su medalla como Legionario, y otra medalla como Veterano de la Revolución, la cual tiene una placa en la parte de abajo que dice “División del Norte”.
También fue condecorado por el Secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán y fue felicitado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Agradezco a todos los historiadores, escritores, investigadores y demás personas de todo el estado de Chihuahua por su valiosa ayuda y asesoramiento para la validez de esta biografía, gracias a todos ellos de la familia Nonaka expresamos nuestro más profundo agradecimiento”.   
En 1915 KIngo Nonaka conoció a la enfermera doña Petra García Ortega en el Hospital Civil de Cd. Juárez, la enamoró y se casó con ella. De su matrimonio nacieron cinco hijos María, Uriel, Virginia, José y Genaro.  (María nació en estación Pearson, Hoy Juan Mata Ortiz, mpio. de Casas Grandes, Chih.)
En 1921 se estableció en Tijuana, donde trabajó en el comercio. En 1924 recibió su carta de naturalización que lo acredita como ciudadano mexicano, firmada por el entonces presidente Plutarco Elías Calles. Se inició como fotógrafo, actividad que lo consolida  le otorga fama.
Tomó un diplomado de Fotografía, Dacticoloscopia, Criminología y Grafología, graduándose en 1933 en el Institute of Applied Science de Chicago, Ill. En 1934 fundó la Escuela Industrial Mecánica Automotriz. Las fotografías que el Sr. Nonaka tomó de Tijuana son una riqueza y por eso se le ha nombrado “Pionero de la Fotografía de la Ciudad”
En 1942, debido al conflicto bélico de la II guerra Mundial, Nonaka tuvo que trasladarse al igual que otros japoneses a Guadalajara y después se establece en la Cd. de México, donde en unión de otros ciudadanos mexicanos fundaron el Instituto Nacional de cardiología.
Kingo Nonaka, falleció en la capital de la república a la edad de 86 años el 8 de septiembre de 1975. Sus restos descansan en el Panteón Jardín de la Capital Azteca.

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