Alfredo Urías… otra
vez en la final
- Urías Cantú, tiene una larga trayectoria
- Podría ser el «Caballo negro» en Juárez
PorAntonio Pinedo
Alfredo Urías Cantú, no solamente juega bien al básquetbol, sino que desde 1986 ha jugado un papel importante en la política local y aun cuando ocupo en forma provisional la alcaldía de Ciudad Juárez al inicio del período 1986-1989, lo cierto es que se ha quedado más de una vez a un paso de lograr la candidatura del PRI a la presidencia municipal.
Miembro de una de las más viejas familias de esta frontera, asentados en Juárez por lo menos desde el siglo XIX, Alfredo Urías Cantú, a quien apodaban «El hersey» y hoy simplemente le dicen «El grandote», levantó la mano y dijo que también estaba en la cola para la candidatura del PRI a la alcaldía y nadie le negó el derecho de estarlo, ni se le consideró un iluso, al contrario, se recordó su larga trayectoria.
Desde el tiempo de los cocolazos
Alfredo Urías, héroe deportivo de Juárez, está en estos asuntos de la política desde muy joven, hace muchos años, no precisamente del tiempo del cocol, sino de los cocolazos, ya que le tocó ser el que sacara las castañas del fuego a Jaime Bermúdez Cuarón, cuando éste fue electo alcalde en 1986 en aquellas controversiales elecciones que dejaron muchas dudas y heridas.
Afrontó desde la alcaldía el «verano caliente», mientras Bermúdez Cuarón, estaba convenientemente enfermo en un hospital de El Paso. Fue el alcalde que tomó posesión y echó a andar la administración en tiempos de lucha partidista y frente a un formidable líder de la oposición, Pancho Barrio, hablamos del Barrio histórico.
Urías Cantú, siempre ha demostrado en las cuestiones partidistas y de la política una gran disciplina y humildad, al grado de que luego de ser alcalde y aun siendo el suplente del repuesto Jaime Bermúdez, fue a dirigir al PRI, luego de un nunca aclarado distanciamiento con el alcalde, por lo menos para este columnista.
Con el gobernador Patricio Martínez, ocupó la dirección de las Oficina descentralizada de Gobernación en Ciudad Juárez y de ahí saltó a la representación del gobierno del estado en Ciudad Juárez.
Fue la primera opción que el gobernador presentó al Congreso, luego de la nulificación de las elecciones del 2001, pero ante el rechazo de los panistas, fue electo José Reyes Ferriz, quien realizó sus mejores diez meses de gobierno en el municipio.
Una segunda oportunidad
Dedicado a la joyería en sus tiempos libres, ya que es propietario de una cadena de tiendas llamada «Urías Joyas Finas», se refugió por un tiempo breve en los negocios, pero regresó nuevamente a la política como presidente del PRI municipal en el gobierno de Patricio Martínez, desde esa posición fue considerado nuevamente como un posible candidato del PRI a la alcaldía, pero la radicalización creada entre Héctor Murguía Lardizábal y Víctor Valencia de los Santos, dio por resultado que se sumara a la candidatura de «Teto», dejando para mejor momento sus propias aspiraciones.
Él y un grupo de sus amigos, creen que 2010 es nuevamente el momento y Alfredo Urías, volvió a levantar la mano y nuevamente se tomó con seriedad su aspiración.
Más de una tercia ya está trabajando para lograr la candidatura del PRI a la alcaldía desde hace años o meses, como Enrique Serrano, quien desde el momento en que se le eligió como diputado federal, se dio a la tarea de ir creando con buen éxito su escenario para ser presidente municipal, teniendo como principal apoyo a Jaime Bermúdez, en cuya administración fue Oficial Mayor. Por enésima ocasión Víctor Valencia de los Santos, está en la contienda, ahora un poco desesperado porque sabe que esta puede ser su última oportunidad, ahí viene el relevo generacional.
También tiene más tiempo trabajando para la candidatura tricolor su compañero de gabinete Guillermo Dowell.
Entonces antes de que «El grandote» levantara la mano ya había terna: Enrique Serrano, Víctor Valencia de los Santos y Guillermo Dowell… ahora con Alfredo Urías, se descuadra la terna, pero surge un precandidato que para muchos es el «Caballo negro», sobre todo por su proverbial disciplina partidista.
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