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lunes, 1 de noviembre de 2010

Entrevista


La última viuda de Villa
Por Friedrich Katz
N de la R. Con la resiente muerte del historiador austriaco Friedrich  Katz, rescatamos de nuestro archivo una interesante entrevista a Soledad  Seáñez  una de las viudas de Villa,  que el escritor donó a semanario en exclusiva  como agradecimiento por ser dicho encuentro,  resultado de las gestiones de los directivos de nuestra casa editora,  en una de sus estancias en nuestra ciudad, a continuación la reproducimos para el amable lector.
El sábado 7 de abril estuvo en las oficinas de Semanario el prestigiado escritor e historiador austriaco Friedrich Katz, autor de una de las más importantes obras históricas sobre nuestro país: La Guerra Secreta en México.
El encuentro represento la gran oportunidad para conocer el trabajo de investigación que en la actualidad realiza el también autor de Rebeliones campesinas en México.
De ese encuentro. Que no podía por su trascendencia, quedar en historia del pasado, ha dado cuenta el propio Katz en una entrega en exclusiva para Semanario. El fue a entrevistar a Doña Soledad Seáñez Viuda de Villa, quien ha sido reconocida por el Gobierno de la República como la legítima esposa del Centauro del Norte.
El doctor Friedrich Katz, maestro en la Universidad de Chicago, Illinois, estuvo en Ciudad Juárez participando en el Segundo Congreso de Historia Regional Comparada, organizado en su segunda año por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, y en donde Katz ha sido figura central en las dos ocasiones.
A la entrevista con la última viuda de Villa, se le añaden  varios de los comentarios que hiciera Katz durante el encuentro con los directivos de nuestra revista
La transcripción es de Javier Corral Jurado, quien acompañó al doctor en un recorrido por más de cien  minutos de grabación en una cinta magnetofónica que conservamos.
Katz.- Tenía muchas ganas de conocerla personalmente, he leído varias cosas sobre usted y ahora que tan amablemente nos recibe pues quiero agradecerle esta entrevista, que formara parte de un  trabajo que estoy haciendo sobre su esposo.
Soledad.- Muy bien, usted dirá, estoy a sus órdenes.
Katz.- Me interesa su opinión sobre el libro de Luz Corral.
Soledad.- No lo escribió ella, se lo escribieron…
Katz.- Bueno, pude ser creíble que no lo hubiera escrito ella.
Soledad.- Ella se ha vanagloriado de que la Quinta Luz y que esto, la verdad es que inventó muchas cosas y preciosamente por que le dejó a otros que escribirán el libro, pues cometió muchas fallas, como este Herrera, Benjamín, ¿Si lo conoció?
Katz.- He oído hablar de su libro, precisamente ahorita vamos a ir a buscarlo, quiero comprarlo.
Soledad.- Uy yy, también cometió muchas imprecisiones, o ¿Cómo se dice?, si, que no dijo en verdad todo, tiene mentiras, como el de Luz, que es una mentira tras otra, han hecho mil libros sobre mi marido, y ya nada mas veo el autor o como empiezan y digo, ¡no! Esto es un porquería; como los de aquí, el profesor Chávez, con lo de la mascarilla de Francisco o este otro, Filiberto que no me ha regresado mis documentos, porque mire señor, aquí los han consultado y no se han apegado a la verdad. Por eso cuando veo tanto libro y que me los traen yo digo, y usted discúlpeme la expresión, pero si esa es la historia yo con ella me limpio la cola.

***
Katz.- ¿Dónde conoció a Villa, como lo conoció?
Soledad.- No, él fue quien me conoció a mí. Fíjese, yo era desde muy chamaca educadora, entonces estuve en la escuela municipal y me quedaría mucho el pueblo. Yo estaba parada en el portón de mi casa cuando pasó una persona, pasó una como calesa, pero era un automóvil de los primeros automóviles, y pasó y a mí no me interesó. Y me fui a la esquina que era miscelánea, correo y tienda, y llegué a preguntarle a don Casimiro si tenía carta de mi novio y no me contestaba por darme la noticia de que había pasado Villa. Había bajado para que le pusieran una venda porque estaba herido de una pierna. Yo tampoco le hacía caso a don Casimiro y le seguía preguntando si tenía carta. Don Casimiro ¿Tengo carta?, o sea yo le pedía carta de mi novio Nacho, con el que yo me iba a casar, al que quise y sigo queriendo, muerto está y le conservo todo mi cariño, todo mi corazón fue para él. Es muy bonito querer y ser querida,  ¿verdad?  
Katz.- Si, claro, es muy bonito.
Soledad.- En que estábamos, perdón…
Katz.- Me contaba como encontró con Villa.
Soledad.- El cuento es  de que,  pasó aquello. Pero si tuve carta de mi novio Nacho. Me fui para mi casa y luego llegó mi presunta suegra; me dijo, vengo a verte hija, pues no me ha escrito Nacho y quiero saber si a ti te ha escrito. Si, le dije, y ya le enseñé la carta. Pero luego, déjeme contarle, llegó a mi casa don Casimiro y me insistió, insistió en que Villa había preguntado: ¿Quién es aquella señorita que está allá? Y don Casimiro le contestó: pos una señorita. Si –le dijo Villa—, ya sé que es una señorita, pero cómo se llama. Entonces le dijo: Chole Seáñez, y ya me dejó por la paz, porque Francisco mi hermano era villista, Silvestre Seáñez, el general,  era villista, Carlos Seáñez, era villista, andaba con él; yo pienso que eso fue lo que no lo dejó  devolverse a hacerme el amor o a llevarme a lo mejor.
Katz.- Se llevaba a la fuerza a las mujeres… ¿eh?
Soledad.- No, él no se llevaba a nadie a la fuerza; no, no creo porque yo nunca vi eso. Así que, pasó tiempo y yo fui de paseo al Valle de Allende con unas amigas, con la directora de Valle de Allende cuando en eso llega mi papá que iba por mí. La familia Torres, con quien  yo estaba, le dicen a mi papá: no se la lleve todavía, y a mí también me cayó mal que fuera mi papá por mi pero en lo oscurito del zaguán me dijo, ahí está Nacho, ¡Uuuy, entonces yo quería que nos fuéramos rápido, rápido! Mi papá me dijo que Eleuteria, o sea la mamá de Nacho Gurrola mi novio, me llamaba,  porque en su casa me querían mucho, mucho y en mi casa también querían mucho a Nacho, así que hubiéramos sido muy felices,  porque era acuerdo de las dos familias. Ya cuando llegué a la casa mi mamá dio principio a prepararme ropa para la presentación porque se acostumbraba presentarse uno por el civil, entonces ella me aprontó un vestido guinda, lo recuerdo bien, muy bonito, me lo regaló mi mamá para presentarme en lo civil y de ahí ya salíamos yo vestida de novia a la iglesia. Pues no. No fue así porque Lauro muy encarrerado a la presidencia, mi papá ya sabía, y yo le pregunté que qué pasaba, él me dijo que nada y fíjese, yo guardé el vestido guinda y me puse uno negro y agarré un mantón, un chan grande, me lo eché a la cabeza y le dije a mi papá: pues a qué hora me va a llevar. Luego me preguntó ¿quieres ir? Si, le dije. Yo ya iba de luto sin saberlo, y que voy llegando y veo tanta gente que vino a la ceremonia, nada que me paro en la puerta y exhala mi presunta suegra el grito: ¡Hija de mi vida nos lo han matado! Se puede imaginar la sorpresa que me llevé. Esa fue la muerte de mi novio.
Katz.- ¿Quién lo mató?
Soledad.- Se dijo de un modo se dijo de otro. La verdad es que cuando yo estaba casada con Francisco un día me dijo: si tú supieras que yo maté a tu novio. Y entonces yo paré oreja y le dije: Dios lo bendiga Francisco; me dijo: y era muy hombrote, yo si he sabido ni lo había matado.
Katz.- Así que él lo mató…
Soledad.- Bueno, mire, no me acuerdo muy bien si dijo “yo lo maté o lo mandé matar”, pero ya entonces ya habían matado a su jefe Maclovio Herrera y él quedó con la gente, él era teniente.
Katz.- El era teniente de Maclovio Herrera.
Soledad.- Si, porque a Maclovio lo mataron en 1915, y él tomó el frente.

***
Katz.- ¿Usted estuvo también, cuando ya Villa hizo la paz con el gobierno, usted estuvo con él en Canutillo algún tiempo?
Soledad.- Toda la vida. Mire, la primera casa que levantó Francisco en Canutillo fue la Cuadra Soledad, y muchas gentes creen que por mi le puso Soledad, no. Yo no soy como Luz, vanidosa, no voy a aprovecharme de eso. Esa cuadra Soledad desde sus primeros propietarios, los Jurado, dueños de esas propiedades, así se llamaba. Y fue la primera casa que levantó Francisco, porque era la única que tenía pedacitos de techo y la iglesia, ahí metió harina, azúcar, lo que pudo de comestibles en un pedacito de techo de la iglesia y luego en la casa que le digo que levantó, ahí metió al herrero, a su esposa y a un hijo. Por cierto que este Herrera ha hecho ese libro porque este chamaco estaba en la escuela ahí, nació en Canutillo y todos los datos  que el chamaco le decía él los pone como originarios de un revolucionario, así que el libro de Herrera tiene muchas fallas, muchas mentiras. No le he contado que al casarse Francisco  conmigo nos hicieron muchas persecuciones, tomaron presa a mi madre y a una chamaquita que crié chiquita,  la agarraron presa.
Katz.- ¿Quién fue? Murguía o…
Soledad.- No, este fue, cómo se  llama.
Katz.- Hernández.
Soledad.- No, no, tengo apuntado el nombre del general.
Katz.- Jesús Agustín Castro, Diéguez…
Soledad.- Ya merito, ya merito, sígamelos nombrando, era… no era muy malo.
Katz.- Enríquez.
Soledad.- Ah,  no. Enríquez era el que se metió a mi casa- Pero déjeme decirle. ¡Acosta, ese mero!, el general M. Acosta, ese llegó y tomaron presa a mi mamá y se la llevaron y como hubo un baile el general se voló con Amalia Gallardo, entonces cuando se llevaron a mi mamá, a mi la gente del Valle me estimaba bastante, y me dijeron que ella sabía dónde estaba. La señora Gallardo me llevaba razón de mi mamá, porque yo ya presentía que mi mamá sufría y mi criatura. Entonces ellas se presentaron con Acosta, la familia Gallardo, y la señora le dijo a Acosta: general no sea tan inhumano, esas familias, pues no es nada más una víctima la que va usted a hacer, ni dos, es la mamá, la señora. En ese momento interrumpió el general Acosta a la señora Gallardo y le dijo, ¿a poco ya dejó cría ese bandido? Total que la señora logró llevando a otras damas de ahí del Valle, que Acosta me viera, les dijo: que se presente, que se presente. Y me acompañaron las señoras, cuando llegué frente a él me dijo: que se casó con el bandido usted; entonces le dije yo: igual me hubiera casado con usted si me hubiera tocado…
Katz.- Muy bien,  me gusta mucho su respuesta.
Soledad.- Y luego ya  dio  él la orden de que dieran la libertad a mi mamá.

***
Soledad.- Cuando ya rescaté a mi mamá, pues nos fuimos a El Paso, Texas. Hemos pasado de contrabando por Fabens, había una amistad de mi papá, porque no llevábamos documentos y yo iba huida, este… cómo se…  desertora. El cuento es de que llegamos con unas primas, y que la primas no nos querían. Fíjese nomás, era mi muchachita, mi Mela, ya que dejé yo a la otra, nada más a mi Mela me la llevé, a mi mamá y yo, y el que llevaba, porque ya iba yo… Luego luego me flechó el señor, luego luego me heredó, me dio mi herencia. El cuento es que ya llegamos allá y duré hasta febrero que nació mi hijo y luego luego que nació yo le mandé a avisar por conducto del señor Juan Cereceres.
Katz.- ¿A quién?
Soledad.- Pues a Francisco, le mandé avisar por conducto el señor Cereceres. Ese hombre cómo nos sirvió. Dios se lo pague, y después fue el padrino del niño. El  cuento es que ya se encargó él de ir por nosotros; venimos al Valle, inmediatamente vino Francisco a vernos, ya estaba en la hacienda nomás le avisó mi compadre y se vino a conocer al niño. Estaba encantado de su hijo y, preguntaron que cómo le íbamos aponer, me preguntaron a mí, dije yo, que su padre tenía que decir, que le elija el nombre su padre, él es el indicado para ponerle el nombre que él quiera. Antonio como mi hermano, exclamó y así le pusimos.

***
Katz.- ¿Cuánto tiempo  vivió usted en Canutillo?
Soledad.- Como cuatro años, hasta despuesito de que lo mataron, pues me echaron de la hacienda.
Katz.- ¿Quiere decir que estuvo al mismo tiempo que usted Austreberta Rentería ahí en la hacienda?
Soledad.- Ahora verá, después llegó la señora Rentería a Canutillo con su mamá, las llevó una señora, hora verá cómo se llamaba, ah sí,  Chana de la Mora, esa fue la que las fue a llevar. Sin voluntad de Francisco se aprontó allá y un día, porque tenía sus ratos verdad, le dijo: a ver señora apróntese para que se vaya  en la república a cumplir con sus obligaciones. ¡Válgame Dios de mi vida!, y mi papá que había agarrado idea de ir, yo le decía, no ande viniendo, si Francisco no lo llama no venga, no vaya a jugar lo que la mamá de Austreberta, al correrlo yo habría de sentir muy feo, Pues así estuvo, la corrió a la señora. Entonces a la señora se la llevó a una recamara, ahí estaban juntas todas.
Katz.- ¿Usted también?
Soledad.- No, yo tenía mi casa. No le digo que la primera casa que levantó, por suerte se llamaba la Cuadra Soledad. Desde que yo llegué a Canutillo esa fue mi casa.
Katz.- ¿Ahí estuvo usted hasta que murió?
Soledad.- Hasta después de su muerte que me echaron fuera. Tenía mi casa, tenía arreglado todo, yo le ayudaba a llevar contabilidad, a muchas cosas le ayudaba.
Katz.- ¿Era buen negocio la hacienda?
Soledad.- ¡Cómo no! Fíjese, él tenía cerros de trigo, de frijol, de maíz de la cosecha que levantaba y toda enfrente de la casa de nosotros.

***
Katz.- ¿Cómo le  propuso Villa a usted casarse?
Soledad.- No, si ya él había platicado con una de mis primas. ¿Se acuerda que le comenté que nos tenían envidia una primas?, pues una de mis primas me tenía ofrecida con él y así es que él creía que yo era de segunda, creía Francisco que yo ya era de segunda y cuando se casó conmigo que se va desengañando, le ha puesto una maltratada a la prima y a un Ismael de la Hacienda de Canutillo; bueno los puso cobrados y pagados. Después de eso me dijeron en el pueblo que habían escuchado una voz que le gritó: Chole no es igual que tú, te mato desgraciada si Chole no es igual que tú;  quien sabe qué le diría ésta. Y después a la prima le iba a poner una tienda y un día me dijo Francisco: Fíjate que aquí está Maclovia y quiere venir a verte. Y luego me preguntó: tú no quieres que venga, por qué. Y le contesté porque nunca me han procurado. ¡Cómo!, exclamó Francisco y después investigó y ya se dio cuenta de todo. Es que yo estaba sentida con Maclovia, porque yo trabajaba tanto, me gustaba el trabajo de verdad, sentí un resfrío y tenía una tos tremenda y ésta me oyó toser y le dijo a mi tía, hermana de mi papá y madre de Maclovia: pero que tenga aquí esta tuberculosa. Si yo le hubiera dicho eso a Francisco yo creo que la había matado.
Katz.- Muy bien, creo que ya es suficiente y es hora de dejarla descansar.
Soledad.- Oiga, no gusta un refresco o algo…
Katz.- No, muchas gracias, muy amable.
Soledad.- Un café…
Katz.- Muchísimas gracias, pero sale mi avión ya, yo vine todavía a verla antes, voy a Chicago esta tarde. Pero le agradezco mucho su amabilidad para con nosotros, por ahora le regalaré este libro, que es el segundo tomo de La Guerra Secreta, después le enviaré lo que escriba, muchas gracias.s

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