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martes, 16 de noviembre de 2010

Retratos hablados


Cuéntame un sueño; suéñame un cuento


Por Marcos Aldana

    Un cuento se sueña despierto. Un sueño es cuento que nos viene dormidos.
    Dicen que la niña baleada murió pidiendo que le contaran un cuento. A ella dedico este que soñó un hombre de casi 80 años, tal cual lo platicó:
    “Veníamos en el tren platicando de esta ciudad donde no nací, pero que por sus calles pasé durante años a pie, antes que tuviera mi primer carro…
     “En el vagón repleto de pasajeros regresaba de vacaciones un matrimonio, cuya bella mujer empezó a reír cuando silbó la locomotora, sabiendo que estábamos por llegar a Juárez. El marido viéndola feliz, empezó también a reír. Ella, entrecerrando los ojos como cuando la risa  causa hipo y lágrimas, alzaba la mano saludando los caseríos, y  contagió a los demás pasajeros para que hicieran lo mismo…
    “El amplio vagón a ratos se ensanchaba tanto que parecía la propia estación. Y los pasajeros levantaban los brazos festejando llegar…
    “El tren entró por la calle Ramón Corona, de manera que veíamos el Monumento nítidamente, sin árboles, como debió estar recién que se erigió y aún no existiera la cuadra donde está una tienda de pinturas y una óptica, pero todo era modernista, carros nuevos, mucho tráfico, elegantes camiones urbanos venían por el norte y volteaban al poniente al llegar a la Vicente Guerrero, que también tenía la circulación contraria a la de hoy…
   “¿Pasábamos por arriba de un puente o era un tren fantasma cuyos pasajeros eran almas que venían del pasado? Estábamos en una ciudad del futuro, no obstante verse el Monumento como antes de que le crecieran los árboles. Y la “gente feliz reía”, como dice una canción…
    “Sentí que en otra vida miré cuando se construía el Monumento y que por la magia del sueño, el pasado y el futuro se me presentaban en la esquina de Guerrero y Corona. Un absurdo porque aunque conocí la antigua estación, no soy tan viejo como para haber visto el Monumento sin árboles. Y quizás no alcance a ver un Juárez como el que estaba soñando, tan alegre y modernista que hacía gritar de alegría a los pasajeros, como si festejaran un triunfo…
    “Desperté y sentí lagrimear, como por alergia. Y me llegó la idea: alergia y alegría se escriben igual…
    “Al levantarme por la mañana de ese domingo 7 de noviembre leí en los diarios que una niña de 6 años murió pidiendo a las enfermeras que le contaran un cuento. Ella había quedado herida, después de que unos sicarios por equivocación mataron a su madre. Y pensé que mi sueño pudo ser un buen cuento para ella: su ciudad feliz en el futuro…como antes…
     “A mediodía visité la Plaza Juárez y caminé por donde soñé pasar. Efectivamente, la arboleda no deja ver el Monumento…
   “El viento agitaba los árboles. Por asociación de ideas un acebo con sus brotes rojos, los cipreses y las acacias me hicieron pensar en la Navidad, en el Día de Difuntos y en el Domingo de Pascua. Conté mi sueño a un colaborador de Semanario…y experimenté cierta tranquilidad”.
    Hasta aquí la narración. Pregunté a don Felipe Talavera, Presidente de la Sociedad de Estudios Históricos sobre las construcciones alrededor del Monumento a Juárez cuando se estaba erigiendo, y me dio estos datos que luego constató con libros ilustrados con fotografías de la época:
   El Monumento se empezó a levantar en 1908. Por donde está la Ramón Corona había el corralón de una maderería y la estación estaba por la Vicente Guerrero, así que desde allí, o desde un tren se podía ver el Monumento. Por el lado donde está la revista Semanario ya había construcciones y propiedades de Inocencio Ochoa. Inclusive Benito Juárez estuvo hospedado en lo que hoy es Cine Victoria.
   Entre los árboles  que se plantaron —dice don Felipe— había acacias, porque el Monumento tiene simbolismos masónicos y éstas representan la inmortalidad del alma. Para el domingo de Pascua ya están florecidas, y un dato curioso es que a las flores de una variedad de acacias les brotan 3 espinas en triángulo, de manera que si uno quiere arrancarlas le quedan tres pinchazos como la firma de los masones.
   Otro tipo de árbol en el Monumento es el acebo, o la piracanta,  parecidos por sus bayas rojas empleadas en adornos navideños. De hecho el acebo se relaciona con la Navidad.
   Excepto los cipreses que, a menos que se relacionen con los cementerios, lo de Navidad y Resurrección coinciden con ese extraño sueño. ¿Será un mensaje de Morfeo de que regresará la tranquilidad a Ciudad Juárez? Así lo creo.
    Al menos “el cuento está contado”.                 

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