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lunes, 8 de abril de 2013
L’etat c’est moi
Nunca
ha sido un secreto que los gobernantes en turno son el principal voto
en la elección de los candidatos del PRI, pero como alguna vez describió
José López Portillo, Luis Echeverría le dijo en discreto coloquio, que los sectores del partido se inclinaban por él y el mismo justificó la importancia del Ejecutivo en turno en la selección de candidatos, llamándolo fiel de la balanza.
Un
secreto a voces, pero se guardaban las formas, por ejemplo en el caso
de Miguel de la Madrid, se decidió que fuera el sector campesino, quien
lo «destapara» y de inmediato del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, se
mandó a personal al mercado Sonora, el más cercano y se trajeron todos
los sombreros que había y se los pusieron a lo que pudieron acarrear a
las carreras en el DF y por eso en las fotos se ve a campesinos, con
sombreros de palmilla nuevecitos.
También
es secreto a voces que cuando el bueno era notificado de haber sido el
elegido por el gran elector, lo primero que hacía era guardar silencio y
bajar su perfil al nivel mínimo, para que se operara el «destape» con
las formalidades del caso.
Nadie
dudaba de que el gobernador César Duarte, quería de candidato del PRI
para la alcaldía de Ciudad Juárez, a Enrique Serrano Escobar, lo quería
en esa silla desde hace tres años, pero en aquella ocasión no se pudo.
También era muy claro que Javier Garfio Pacheco, era el número uno para
ocupar la candidatura del Tricolor en Chihuahua.
Todos
sabían quienes eran los candidatos del gobernador, el que él anunciara
personalmente sus nominaciones ha sido generalmente interpretado, como
una muestra innecesaria de poder y control político en la entidad.
Lo
mismo pasó más o menos con las candidaturas de las principales
poblaciones estatales: Rodolfo Soltero en Nuevo Casas Grandes; Ricardo
Orviz Blake en Delicias y Jorge Ramírez en Cuauhtémoc.
Las
formalidades del caso hubieran tenido el mismo efecto: hay control
político en Chihuahua, por parte del gobernador, hubiera sido el
comentario generalizado, pero con esta acción, lo que provocó fue
unificar a los comentaristas políticos en el sentido de que el acto se
veía como totalitario.
En
otras ocasiones hemos comentado que el gobernador gusta de las viejas
formas de la política mexicana, la de dar señales con los saludos, con
el subir al presídium a personajes o bien no dejarlos subir, en fin, le
gusta eso de mandar señales, aquí ya había mandado suficientes, como
para que el resto del trabajo lo hiciera Leonel de la Rosa y se
siguieran las viejas formas de las que tanto gusta. No fue así.
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