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miércoles, 15 de febrero de 2012

Los de a pie


                                                  El niño baleado, una tras otra
                                                                    Por: Luis Villagrana

Apenas a una semana de que el jefe Julián Leyzaola echó sus botas policiacas encima de un señor paseño al que acusó –falsamente- de ser el líder del Nuevo Cártel de Juárez y mata policías, ahora los agentes municipales rafaguearon a una maestra y a su hijo de 10 años, a quien dejaron mal herido, cuando la mentora se disponía a recoger a su hija mayor de casa de una amiga en la colonia Díaz Ordaz.
Los policías municipales no sólo no reconocieron su error de inmediato, sino que acusaron a la maestra, Sonia Tapia Cisneros, de atacarlos, de haber subido a su vehículo minutos antes a un grupo de sicarios y de huir. Nunca pidieron la presencia de los ministeriales.
Alrededor de las seis de la tarde, según versiones de reporteros de la fuente Policiaca, se reportó la agresión en la colonia y no fue hasta las 11 de la noche cuando la Secretaría de Seguridad Pública envió a la profesora, directora de la escuela Isaac Newton, a las instalaciones de la Fiscalía.
En cinco horas, los policías hablaron con el jefe Leyzaola, falsearon sus declaraciones, amagaron a la maestra y se pusieron de acuerdo para hacer a aparecer a la víctima como la victimaria, asunto insostenible.
¿Y ahora qué Teto? Se dice que los policías municipales están iracundos por los atentados del crimen organizado contra ellos pero ¿y nosotros qué culpa tenemos? Cuando algunos críticos aseguran que los policías municipales carecen del profesionalismo necesario para enfrentar a la delincuencia, el alcalde de Juárez se pone verde de coraje.
¿No es ésta una prueba más de la falta de entrenamiento y de la inmadurez que registran los agentes y que les impide hacer bien su trabajo? El alcalde dirá –como lo dice siempre- “Me gustaría que todos esos que critican se metan un ratito a la Policía para que vean el riesgo y el esfuerzo”.
Sí, un gran esfuerzo, pero insuficiente. Lamentable, pero es la realidad. Además usted quiso ser médico, enfermera, obrera, ingeniero, yo periodista, no policía ¿por qué tendríamos que meternos de policías un día para saber lo que sienten ellos?
Esto no quiere decir que seamos insensibles para no entender el momento personal tan difícil que cruzan los municipales, pero aún así, al menos en los hacedores de opinión pública, debe prevalecer el derecho a señalar los yerros que atentan contra la vida y los otros derechos de los ciudadanos.
Es necesario y urgente denunciar la política –ordenada, avalada o tolerada por el alcalde, Teto Murguía- de criminalización de la pobreza, porque ahora resulta que los que recogen botes de las calles, los que piden limosna, los que venden globos en los cruceros, los que no traen identificación y los que no visten como Leyzaola quiere, son delincuentes.
Esta forma de conducirse es simple y llanamente fascista. Si esta es política del alcalde Teto Murguía, entonces el alcalde es un fascista y debe rendir cuentas por su conducta. ¿Qué sigue? ¿La notificación de un catálogo de cómo vestir y caminar para no parecer sospechoso?
 ¿Acaso debemos disculparnos con Teto Murguía por estar tan jodidos que tenemos que vender semillas en los cruceros, gorras en las calles, libros en las esquinas, elotes en las plazas? ¿Y si no me da la gana  portar identificación y bañarme, los agentes de Teto podrían dispararme?
lvillagrana04@yahoo.com.mx
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