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miércoles, 30 de noviembre de 2011

La clase torturable
                Han pasado más de 40 años y la muerte de 35 o 65 o 600 muertos en la plaza de Las tres culturas el dos de octubre de 1968, «no se olvida», dicen manifestaciones de jóvenes que no habían nacido en aquel año, para conmemorar anualmente la muerte de esos jóvenes estudiantes.
                Damos las tres cifras porque la primera es la del memorial que se encuentra en Tlatelolco, la segunda es la que a fines del sexenio de Vicente Fox, dio la llamada Comisión de la verdad y los seiscientos son los que consigna la periodista italiana Oriana Falacci, en sus crónicas del evento.
                Treintaicinco o seiscientos son muchos y no se deben olvidar, pero de 2006 a la fecha se han asesinado a 20 mil jóvenes o treinta mil o la cantidad de miles que usted quiera y parece que no están asesinando a jóvenes mexicanos.
                Reflexionar sobre lo anterior, vino luego de escuchar al comentarista de televisión Andrés Lajous, al hacer la diferenciación en base a la clase social de la cual proceden las víctimas. Los estudiantes asesinados en Tlatelolco, eran de la clase media, jóvenes que sus padres podían mandar a la universidad, eran alguien, no eran «ninis», tenían la oportunidad de estudiar.
                No pertenecían a la clase torturable y las pocas víctimas que han pertenecido a la clase media —pensemos en el hijo de Javier Sicilia y sus amigos—, sus muertes han sido de repercusiones muy costosas para las autoridades federales, Juanelo Sicilia y sus amigos no pertenecían a la clase torturable, fueron una anomalía en la «Guerra de Calderón», que ya lleva más de cincuenta mil muertos y un número no conocido de secuestrados, pero no importan, no tienen nombres ni cara, porque pertenecen a la clase torturable.
                Porque estamos hablando de secuestrados, no de «levantados», estamos hablando de asesinatos, no de ejecuciones, serán «levantones» y  «ejecuciones», cuando una investigación lo determine, pero sabido es por todos, que no se investigan que se da por hecho que son muertos producidos  por un enfrentamiento entre bandas de narcotraficantes que disputan rutas de trasiego y paso de la droga.
                No importa que Human Rigth Watch, venga con un expediente muy completo en el que se citan cientos de asesinatos, desapariciones y abusos de autoridad de las fuerzas policiales federales o el Ejército. No importa por la simple razón, que los jóvenes asesinados o secuestrados en esta guerra inacabable son «ninis», pero no son «ninis» por elección, como lo fueron los jóvenes españoles de hace una década, que fue en donde y cuando se acuñó el término, para referirse a los jóvenes que en España, elegían seguir viviendo con sus padres no trabajar, ni estudiar y por supuesto no casarse hasta edades muy avanzadas o rehuir el matrimonio, como parte de estar en una larga adolescencia, rehuyendo responsabilidades.
                No, en México estamos hablando de jóvenes que no tienen oportunidad de estudio ni de trabajo y que no recibirán ni el beneficio de la duda y una investigación sobre su secuestro o asesinato, por la simple razón que son de la clase torturable, la que no tiene nombre ni rostro. Editorial de la edición No. 1007

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